Samuel en sí no tenía gran cosa para cumplir el cometido que desde Palacio le habían encargado y, al igual que como en las elecciones para Gobernador de Nuevo León, se está sirviendo de la simpatía arrolladora de su esposa Mariana Rodríguez, una influencer de gran éxito, a la que lleva a todos los eventos para que le preste algo de carisma, de aceptación.
He ahí una mujer violentada políticamente por su esposo, para aquellos que se rasgaron las vestiduras -con razón- ante el artero ataque que sufrió en X-Twitter por parte de Vicente Fox (doña Martha, póngale más toloache a la fórmula porque se está desbalagando la mente senil de su esposo).
Muchos a una se abalanzaron en contra del ex presidente, con un gran furor en defensa de la dama violentada, pero ninguno de ellos ha dicho esta boca es mía ante el uso y abuso de las fortalezas comunicativas de Mariana por parte de su marido, que la trae para arriba y para abajo, a ella que está criando a una bebé hermosa y ocurrente.
Samuel es, además de abusador, un mal candidato. Ha logrado tener una cierta presencia en los medios de comunicación a fuerza de muchos cañonazos de dinero (¿de dónde saldrá?) y de amenazas desde la cúspide para que los periodistas hablen bien de él. Pero su supuestamente atrevido discurso, reiterado, inútil, no soportará la prueba del añejo de una ciudadanía que espera inteligencia y valor para sacar al país del desastre en el que estamos metidos.
Samuel es un tigre de papel.
Xóchitl, no.
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