Quién sabe cómo le hubieran dicho a Manuel Carbonell de la Hoz, pero él fue retirado por Luis Echeverría como candidato, quien puso de mandatario a su compadre Rafael Hernández Ochoa, el Charro.
A los pocos que lo quisieron y que lo quisieron mucho no les gustaba que a don Agustín Acosta Lagunes le llamaran el Choto, pero así quedó consignado en esta historia estatal. Con don Fernando Gutiérrez Barrios la lista tuvo que darse una vuelta por el inglés pues le tocó el mote de el Chicken, porque de joven le habían llamado el Pollo.
Dante Delgado Rannauro se ganó a pulso el apelativo de el Chalado, y hasta tres décadas después muchos terminaron entendiendo la razón de tan distintivo nombre. Patricio Chirinos Calero, ni modo, nos llegó con la Ch en el apellido, y se salvó de ser nominado de alguna manera chusca, aunque oportunidades de hacerlo hubo y muchas, según platicaba Ángel Leodegario Gutiérrez Castellanos, el querido Yayo, que tanto quería a don Chiri.
Miguel Alemán Velasco llegó del brazo de la hermosa francesa Christianne Magnani, y así se quedó con el alias de el Chemisse.
Fidel Herrera Beltrán, avorazado para gobernar y para vivir, llegó a tener dos sobrenombres: el Chanoc (según Rosa María Campos) y el Chango (según su querido amigo Carlos Brito Gómez). Javier Duarte, para no ser menos que su patrón, también tuvo su dupla: el Chavo (sus cuates) y el Chabelo (el propio Fidel, tan dado a poner apodos).
Miguel Ángel Yunes Linares, por razón de su carácter y su fortaleza de espíritu, fue y sigue siendo el Chief.
En el caso de Cuitláhuac García Jiménez, la historia (¿o la justicia?) local apenas está por juzgarlo… y por sobrenombrarlo, pero ya adelantan para él el Chairo y el Chambón.
En el caso del próximo Gobernador de Veracruz, el mote ya está definido: el Chapeado (por eso de las chapas peroteñas).
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