Había rivalidades deportivas, principalmente en el futbol, como los clásicos de Chivas vs América, que se manifestaban fuertemente en un fin de semana y posiblemente se extendía por algunos días más y luego, todo bajaba su intensidad y la armonía volvía. Ni cómo pensar que el partido motivara a un duelo a golpes entre hermanos, entre padre e hijo o entre compadres, no, eso nunca; si acaso en el calor de los ánimos y las bebidas pudieran darse unos empujones y ya.
Pero, de hace 5 años para acá, algo comimos y nos hizo daño, porque hoy las reacciones violentas entre amigos o entre familiares son tan rápidas como tallar un cerillo en la parte áspera de la cajetilla y tener lumbre, con la que podemos encender la estufa para una carnita asada o incendiar un bosque.
Muchas familias se han lastimado, parejas que se han divorciado, viejas amistades que se fracturaron y ni qué decir de los compañeros de trabajo o cuates del barrio con los que antes se veía el futbol y que ahora difícilmente se saludan.
México se partió en dos y los mexicanos se partieron en cachitos. Hoy todo está polarizado, con posturas sociales o ideológicas completamente opuestas, lo que dificulta el entendimiento y la búsqueda de soluciones y sí un clima de confrontación entre los distintos bandos en los que hoy se convirtió la antes unidad nacional.
Sin embargo, es posible reconstruir los espacios de diálogo y lograr puntos de reencuentro que permitan la recuperación de la armonía y entendimiento para la solución de los grandes problemas que hoy enfrenta todo el país.
Parece difícil o hasta imposible, pero hay que recordar que del odio al amor sólo hay un paso, salir a votar el 2 de junio y cruzar la opción que represente la reconciliación de todos los mexicanos.
No votar o hacerlo mal, significará la continuación de la división y el odio entre todos, lo que acabará con tu familia, con tus amigos y contigo mismo, destruyendo a México y convertirlo en un país de hambre, de lágrimas y muerte. Porka Miseria. |