Para el registro quedó la cara de impotencia de los habitantes de Acontitla que empapados hasta el tuétano, miraban desolados la “obra” que horas antes les habían entregado, cubierta por completo de agua lodosa.
En julio del 2022 Cuitláhuac inauguró en Perote un hospital que Fidel Herrera dejó en obra negra. El boletín oficial decía que se invirtieron 59 millones de pesos en su reconstrucción y agregaba: “Será el punto de referencia de al menos 100 centros de salud de Primer Nivel, cubriendo las especialidades de ginecología, pediatría, cirugía y traumatología con salas de Urgencias, Rayos X, Esterilización y Central de Enfermería, así como tecnología de comunicación entre pacientes y enfermeros”.
En fin, una chulada. Pero…
Horas después de inaugurado, una fuga de agua en el techo inundó los pasillos y dejó inservibles camas, muebles y la sala de Rayos X, aunque esto lo negó la secretaría de Salud. El gobernador por su parte minimizó el hecho al asegurar que no se alteró el funcionamiento del hospital.
Lo mismo ha pasado con algunos caminos rurales que tras ser pavimentados e inaugurados lucen cuarteados o con el concreto hidráulico levantado. Y todo se lo achacan a las lluvias.
¿Pero será que el agua tiene la culpa?
No.
Si el puente se hubiera elevado unos metros sobre el nivel de la carretera no se habría inundado. Si la tubería del hospital se hubiera cambiado en su totalidad (en lugar de dejar la corroída de los tiempos de Fidel), no habría fugas de agua (que por cierto, continúan). Y si el trabajo en las carreteras hubiera sido de calidad, jamás se habría agrietado o levantado el concreto hidráulico.
Estos son sólo tres ejemplos de las obras que ha entregado Cuitláhuac, hechas al trancazo, con materiales de ínfima calidad y escaso presupuesto.
Y lo del escaso presupuesto no es por austeridad republicana sino por otra cosa. Por ejemplo, si una obra es presupuestada en 100 millones de pesos le autorizan 50. De esos 50 hay que soltar una mochada de entre 15 y 20 millones, con lo que la obra se construye con 30 o 35 millones de pesos.
Al menos así me la han platicado.
Sí sí, okey. Pero los de antes robaban más.
Futa… esa frase ya ni la deberían usar porque está probado y comprobado que los de antes robaban, pero menos y sus obras han perdurado más.
Un ejemplo es el Acuario de Veracruz, considerado uno de los más bellos de Latinoamérica en sus años de gloria y que llegó a tener 3 mil 258 ejemplares de 170 especies.
Pero nomás lo agarró la 4T (porque ya sabes lector, había mucha corrupción en el patronato que lo manejaba) y comenzó a perderse el dinero y los ejemplares (van 1, 577 ejemplares desaparecidos). Y el agua en la que nadan las especies restantes es tan turbia, como los manejos que está haciendo la Procuraduría del Medio Ambiente del inmueble.
Hace unos días se cayó parte del techo que se está reconstruyendo. ¿Autoridades responsables? Ninguna. La culpa fue del viento.
Y así ha sido el asunto en este sexenio.
Si una obra se cae, se agrieta o se inunda, la culpa es de los fenómenos naturales. El señor gobernador le ha cumplido a su pueblo con adefesios baratos, endebles y peligrosos. Y no es su bronca si se llenan de agua, se cuartean o los tira el viento.
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