Vaya, hasta te hubieras podido dar el gusto de importunar a la Ángela Aguilar y quedarte con el Cristian Nodal -que parece ser el hombre más codiciado de México, así de mal andamos-.
Estás colocada en un alto sitial del grupo de las mujeres más empoderadas de México. Pero, no. Preferiste ir a buscar en un rebaño ajeno. No un hombre libre sino un corazón ocupado con otra mujer y hasta con hijos. Pero qué necesidad, como cantara el ¿difunto? Juan Gabriel.
Entiendo que muchos seguidores tuyos y de tu… hum… ¿partido?... ¿equipo?... ¿grupito cerrado?... ¿familia política?... ah, sí… ¡de tu movimiento!, piensan que con esas credenciales a la vista que tienes ya andarías del brazo por la calle, luciéndolo, con el más exitoso luchador social, con un revolucionario de mil batallas en países dominados por los imperios capitalistas.
O muy probablemente con un pensador de la talla de Noam Chomsky, pero con 60 años menos; otro investigador humanista del Instituto Tecnológico de Massachusetts o un doctor de Harvard o un egresado con honores de la Patricio Lumumba de Moscú.
¿Pero un señor casado, no muy agraciado que digamos, y muy conocido en el ambiente saludable como para que pudiera pasar desapercibido este romance a hurtadillas, este amor prohibido (murmuran por la calle…)?
No amiga; no, mi lideresa de aquéllos.
¿A poco no pensaste en a quienes ibas a afectar? ¿O crees que tu condición de mujer de izquierda, es decir, revolucionaria, te obligó a hacer un acto de rebeldía contra las buenas costumbres capitalistas, contra la otra moral?
Ay, muchacha, trata de pensar en los demás, en los que afectas con tus acciones de mujer poderosa y política. No le hagas como tus compañeros de partido.
Aunque es notorio que ya lo hiciste…
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