La charla corrió el peligro de caer en un enfrentamiento irremediable de dos formas de ver al mundo y a las acciones de gobierno. Hubo desencuentros y encontronazos, pero desembocó felizmente en un acuerdo de voluntades dispuestas a encontrar consenso entre los disensos.
El Senador por Veracruz pasó de un discurso ríspido en favor de la Cuarta Transformación y en contra del pasado pluscuamperfecto del prianismo a una explicación coherente de lo que él considera que se está haciendo bien en el Gobierno de Claudia Sheinbaum.
No todo está mal, aceptamos los periodistas, aunque tampoco todo es perfecto, concedió el representante popular.
Lo más importante de todo es que se logró un ánimo de diálogo, de escuchar y de hablar con un mismo propósito de recibir y enunciar ideas, todo con la vista puesta en la mejora de las situaciones del país y del estado.
Eso me recuerda que en 1995 en Italia, dos grandes pensadores se enfrentaron a través de varias cartas en una polémica abierta que fue publicada por la revista itálica Litoral. Y miren nada más quiénes fueron: Umberto Eco, uno de los principales lingüistas y cabeza teórica de la izquierda mundial, y el cardenal de Milán, Carlo María Mariani, un intelectual de derecha con reconocimiento también planetario. Ambas mentes poderosas y encontradas lograron entablar el diálogo porque partieron de un principio que fue ver en qué pensamientos generales coincidían, para de ahí cotejar y enfrentar las diferencias.
El resultado de esa discusión originó un libro muy recomendable: ¿En que creen los que no creen?, que publicó en México en 2014, traducido al español, la Editorial Taurus.
A lo que voy es que esas cumbres del pensamiento humano pudieron encontrar puntos de acuerdo y de diálogo gracias a su apertura hacia el otro, lo que hace posible que los enemigos, los adversarios, los opositores se reúnan y encuentren consensos.
En el caso de Manuel Huerta y la prensa libre y profesional de Veracruz, eso ha sido posible. Faltan los demás.
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