“El éxito de este caso fue posible gracias a la identificación inmediata del padecimiento, la activación del protocolo y el equipamiento de las áreas especializadas”, explicó el cardiólogo intervencionista Carlos Alberto García Hernández.
Una vida humana fue preservada gracias a la aplicación de un protocolo que indica a todo el personal del hospital las medidas que se deben tomar cuando llega un paciente infartado.
El 7 de marzo de 2007 a las 11 de la noche yo sufrí un IAM en Xalapa, y lo superé en las mejores condiciones gracias a que en el CEM Doctor Lucio tenían un Código Infarto y lo aplicaron de inmediato a mi llegada.
Sentí la molestia al llegar al apartamento en el que vivía. Es un profundo síndrome que incluye dolor agudo en el pecho, sudoración fría, un malestar general que hace que sientes que te mueres de la manera más fea del mundo.
Yo tuve la suerte de poder comunicarme con el doctor Iván Hernández Gutiérrez, que era el jefe de medicina interna del nosocomio, quien me mandó de inmediato a
Urgencias, a donde me llevó velozmente mi hijo, por lo que llegué antes de media hora de que me había empezado el evento cardiológico.
En la entrada me esperaba una internista, que me hizo un electrocardiograma y al ver el resultado exclamó: “Ya llegó nuestro infartado de hoy”.
De inmediato me llevaron a una sala especial, me indicaron que yo no me moviera, me sacaron la ropa, me vistieron con una bata, me pusieron una venoclisis y me conectaron a un monitor cardiaco. De medicamentos, me pusieron una pastilla de nitroglicerina abajo de la lengua, pero además me administraron un calmante, un gramo de aspirina y clopidogrel.
La idea de establecer un Código Infarto surgió en el Centro de Especialidades Médicas de Xalapa (Hoy CAE) y fue precisamente el doctor Iván Hernández el que lo estableció, cuando era el Director General, allá por el año 2000. Ese protocolo ha salvado miles de vidas, y debo agradecer que entre ellas está la mía, y ahora la del doctor Marco Antonio Hobart Rodríguez.
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