Era de esperarse esa defección de un científico reconocido a nivel nacional, sobre todo porque sus pares, sus compañeros de trabajo y sus colegas se han manifestado de manera unánime en contra de la prórroga ilegal otorgada a Martín Aguilar.
En plan de pragmatismo, si el doctor Franco quisiera ingresar ahora al Colegio Nacional probablemente tendría en contra a tres exintegrantes de la JG: Adolfo Martínez Palomo, Eduardo Matos Moctezuma y José Sarukhán Kermez; tal vez no podría obtener el apoyo para proyectos de dos exintegrantes de la JG de la UV cercanos al Rector de la UNAM: Rolando Cordera Campos y Hugo Casanova Cardiel, el primero maestro de Leonardo Lomelí Vanegas en la Facultad de Economía y el segundo actualmente su asesor, y también dejaría de contar con la simpatía de exrectores de la UAM, como Romualdo López Zárate (Azcapotzalco) y Jorge Martínez Contreras (Iztapalapa).
Desvelada la renuncia que los golpistas de Manuel… perdón, de Martín, quisieron guardar como un secreto de Estado, la designación por la vía de la prórroga se hunde todavía más en el oceano de la ignominia y la bajeza. Los votos válidos de los miembros de la JG se han ido desvaneciendo y han ido pasando de la supuesta unanimidad -que quisieron vender a través de deplorables comunicados e inserciones pagadas- a la actual mayoría mínima de seis votos, que podría irse reduciendo en la medida en que algunos otros integrantes fueran haciendo caso a su conciencia y terminaran por renunciar al lugar ignominioso en que los colocó la ambición por el poder de Manuel… perdón, de Martín.
Pasan los días y el Segundo Reich de Martín se difumina entre la creciente ola de la reprobación de la comunidad universitaria… y de la razón.
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