El desbordamiento del río Cazones fue histórico y devastador; también lo fue la respuesta gubernamental. La presidenta Claudia Sheinbaum y la gobernadora Rocío Nahle no solo aparecieron para la foto, sino que permanecieron en territorio, coordinando acciones y sosteniendo la operación humanitaria por más de dos semanas. Esto es inédito en un país donde por décadas las tragedias fueron gestionadas desde salones alfombrados y narradas en helicópteros que aterrizaban apenas para la imagen.
¿Por qué, entonces, el intento de linchamiento mediático? La respuesta apunta más a una agenda electoral frustrada que a genuina preocupación por las víctimas. Los actores de Movimiento Ciudadano —aún dolidos por la confirmación de su derrota en Poza Rica tras el recuento judicial— encontraron en la tragedia un escenario para intentar cobrar venganzas políticas. Lo que no lograron en las urnas ni en los tribunales, buscaron compensarlo en cámaras nacionales, alineados con comentaristas que de pronto “descubrieron” Veracruz desde los estudios del altiplano.
Pero la narrativa se les rompió. Porque mientras unos gritaban golpe y buscaban reflectores, la realidad sobre el terreno era otra: Ejército, Marina, Guardia Nacional, Protección Civil y voluntarios trabajando hombro a hombro, con la gobernadora al frente. Y cuando fue increpada, Nahle respondió no con insulto, sino con una frase que sintetiza la nueva postura del estado: a Veracruz se le respeta. Firmeza no es soberbia; es convicción. Lo otro es simulación.
El verdadero rostro de la política se revela en la crisis. Y aquí vimos dos: el que se arremanga y entra al lodo, y el que posa sobre él buscando cámaras. Las mujeres en el poder están demostrando que gobernar no es sonreír ni conceder: es resistir, decidir y hacerse cargo.
No cabe duda: es tiempo de mujeres. Pero, sobre todo, es tiempo de mujeres fuertes.
Al tiempo.
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