La secretaria ha desplegado una campaña de descalificaciones y hostigamiento contra sus propios subalternos, especialmente contra el subsecretario David Jiménez, a quien intenta debilitar mediáticamente con la ayuda de plumas contratadas para construirle una narrativa adversa. Pero mientras Tello invierte energía en esa disputa interna, los problemas reales de la SEV —corrupción, opacidad y manejo discrecional de recursos— se agravan.
El caso más delicado se encuentra en la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV), institución que desde su creación ha sido objeto de sospechas por el manejo irregular de sus finanzas. Hoy, bajo la sombra de Tello y su pareja Elías Calixto, vuelve a colocarse en el centro del escándalo. Una investigación de Sefiplan habría detectado un posible desvío de más de 114 millones de pesos cuatrimestrales, provenientes de los pagos que los estudiantes realizan a la Fundación EDAL A.C., supuestamente creada por ambos.
La paradoja es brutal: mientras miles de asesores solidarios exigen el pago de su trabajo y los alumnos cumplen puntualmente con sus cuotas, el dinero desaparece en los laberintos de una fundación con tintes de empresa fantasma. ¿Dónde están esos recursos? ¿A qué bolsillos fueron a parar?
Lo que antes fue una “caja chica” del priismo, hoy podría haberse reciclado como un mecanismo financiero al servicio de un nuevo proyecto político. Y si las investigaciones confirman el desvío, la SEV no solo enfrentará una crisis institucional, sino una bomba política que podría estallar en el corazón mismo del gobierno.
Porque, en el fondo, el problema no es solo de dinero: es de lealtad. Y cuando una dependencia se convierte en trinchera electoral, la educación pasa a segundo plano.
Al tiempo.
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