Así, la Cuarta Transformación anda a caballo entre el Gobierno totalitario, paternalista y benefactor, y el Estado totalitario, fundado en el autoritarismo y el control absoluto de las acciones y los recursos públicos.
En esta época del poder de Morena, la autoridad ha marchado desde la permisividad de las libertades civiles, como la libertad de expresión y la de manifestación, hasta la censura desbocada de medios y periodistas no afines y la represión de marchas y mítines no convocados por el aparato oficial.
En ese orden de cosas, el estalinista que todos los lopezobradoristas llevan en el corazón está aflorando cada vez con mayor énfasis dentro de “el” Morena (como le llaman sus más conspicuos y antiguos líderes, es decir, “el” Movimiento, no el partido). Aquí y allá, entre sus ciclónicos cambios constitucionales y su destrucción sistematizada de las instituciones que sustentaba el equilibrio de los poderes fácticos o no fácticos, surgen ocurrencias desde la base ideológica que tienen como fin transformar el gobierno republicano en una república socialista.
Una muestra más de esa pertinaz dedicación de los morenos ahora en el poder es la ocurrencia de un senador del Partido del Trabajo, Alejandro González Yáñez, que subió a la tribuna del Congreso de la Unión a decir sin ningún pudor que el Estado debería tener sus propios medios de comunicación: una televisión nacional, una radio nacional, un periódico nacional y hasta una página de Internet nacional.
He ahí el primer paso hacia la supresión de las concesiones y de los medios de comunicación privados; he ahí el comienzo del camino hacia la muerte en México de una libertad que ha costado vidas y sacrificios de muchos comunicadores.
La imagen de Josef Stalin permea cada día más en el Gobierno de la 4T. ¿Se dan cuenta?
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