El montaje —porque así se percibe— abona a la sospecha. La elección de una escuela pública como sede de la entrega abre un flanco delicado: ¿quién autorizó el uso de instalaciones educativas para un acto que, aunque se vista de altruismo, tiene evidentes implicaciones políticas? ¿Quién dentro de la SEV facilita este tipo de escenarios en Veracruz? La frontera entre ayuda y propaganda se desdibuja cuando el Estado presta sus espacios a proyectos ajenos con agenda propia.
Más aún: el video que circula muestra a un presunto funcionario federal realizando labores “altruistas” en horario laboral. Si se confirma, no es un detalle menor. La filantropía no puede hacerse a costa de la responsabilidad pública. Cuando los cargos se usan como utilería, el mensaje es claro: la causa es la foto, no la gente.
Movimiento Ciudadano ha hecho del aprovechamiento del dolor ajeno una práctica recurrente. No es nuevo ni casual. Tras una elección que su candidato intentó impugnar por todos los medios —patalearon, berrearon y buscaron “robarse” el resultado—, vino la segunda fase: la infodemia, Youtubers, redes sociales y una narrativa de caos que no correspondía con la realidad. Porque la realidad fue otra: la presidenta Claudia Sheinbaum y la gobernadora Rocío Nahle estuvieron antes, durante y después, dando la cara y dando respuesta. Sin discursos grandilocuentes. Sin escenografías. Con trabajo.
En ese contexto, Poza Rica aparece como un set “construido” para reactivar la desinformación. La ciudad, sin embargo, no se presta. Poza Rica no necesitaba discursos cuando el lodo cubría las calles. Necesitaba manos, palas, escobas, maquinaria y horas de trabajo. Y eso fue lo que recibió: la solidaridad real de Veracruz y de estados hermanos; el respaldo de la Federación y del gobierno estatal. Llegaron a trabajar, no a posar.
A Colosio le están aconsejando mal. Muy mal. Alguien le hizo creer que aún vivimos en un país que agradece cheques simbólicos y fotos tardías. Ese México ya no existe. Y Poza Rica, menos que nadie, no es una ciudad que se doblegue ante el oportunismo. Aquí se distingue con claridad entre quien llega a sumar y quien llega a capitalizar.
La intriga no termina ahí. La evidente red de complicidades que se asoma —con el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara como operador— sugiere una estrategia más amplia: provocar inestabilidad, sembrar sospechas, tensar la cuerda desde dentro con traidores incrustados en el propio gobierno estatal de Morena. No es solidaridad; es política de desgaste.
Llegar después, entregar algo y sacarse la foto “a ver qué se saca” siempre sale mal cuando el dolor ajeno es el insumo. Porque Poza Rica no es un escenario de campaña. Es una ciudad orgullosa que se levantó con dignidad, sin pedir permiso y sin deberle nada a nadie. Y eso, aunque a algunos no les guste, también es política. La que no se fotografía, pero sí se recuerda.
Al tiempo.
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