De este modo poco usual he querido comenzar amables lectoras y lectores para abordar lo que se viene en Veracruz, las noticias que se han generado en las horas más recientes en el estado han abierto la “Caja de Pandora” y comenzarán a conocerse todos los males que aquejaron a la peor de las administraciones estatales de la que se tenga memoria.
Esta coyuntura habrá también de marcar la recuperación de la confianza de millones de ciudadanos que hoy más que nunca confían en la justicia, aun cuando esta no haya sido tan pronta, no tan expedita.
La renuncia del secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zúrita es tan solo pandemónium de una serie de acciones que emprenderá la federación para volver al orden, la tranquilidad y la paz a Veracruz.
En horas habrá de acelerarse el proceso de expulsión de Javier Duarte del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y con ello, se abrirá el camino, para el cumplimiento de la justicia para millones de veracruzanos.
Así cuando la crisis llega, siempre es buen momento de refugiarse y atender al pasado, volteando al origen de la civilización, todo estado moderno debe sus instituciones a la Grecia Clásica, y hoy como nunca, un episodio que está inscrito más como leyenda como historia le viene bien al Veracruz del todavía gobernador, Javier Duarte.
El origen de la anécdota se localiza en una Historia de Sicilia escrita por Timeo de Tauromenio (c. 356-260 A.C.). Cicerón pudo haberla leído en la obra de Diodoro Sículo e hizo uso de ella en su Tusculanae Disputationes V. 61-62. Horacio hace alusión a ella de Damocles en uno de sus poemas.
Damocles fue, al parecer, un cortesano excesivamente adulador en la corte de Dionisio I, un tirano de Siracusa, Sicilia del siglo IV A.C. Propagó que Dionisio era realmente afortunado al disponer de tal poder y riqueza. Dionisio, deseoso de escarmentar al adulador, se ofreció a intercambiarse con él por un día, de forma que pudiera disfrutar de primera mano su suerte. Esa misma tarde se celebró un opíparo banquete donde Damocles gozó siendo servido como un rey. Sólo al final de la comida miró hacia arriba y reparó en la afilada espada que colgaba atada por un único pelo de crin de caballo directamente sobre su cabeza. Inmediatamente se le quitaron las ganas de los apetitosos manjares que le sirvieron y las hermosas mujeres que había pedido, y pidió al tirano abandonar su puesto, diciendo que ya no quería seguir siendo tan afortunado.
La espada de Damocles es una frase acuñada para ejemplificar el peligro que se instala en aquellos que ostentan gran poder, pues no sólo pueden perderlo de golpe, sino todo lo demás, incluida la vida o la libertad.
Y quizá ahí está la respuesta a todo lo que le ocurrió al aún gobernador de Veracruz, quien atento a la adulación de sus serviles funcionarios, olvido que su Dionisio, interpretado por el presidente Enrique Peña Nieto, le habría de dar un gran escarmiento.
Llegado el momento lo que mal empieza, mal termina, y por lo pronto, los Benítez, los Deantes, los Silva, los Domínguez, los Abdala, los Spinoso, habrán de pagar por los miles y miles de millones de pesos que saquearon.
Porque no “todo gobierno es susceptible de corromperse”, se corrompe lo que mal empieza, lo que mal inicia, lo que siempre tuvo como objetivo servirse y no servir, no señor Duarte, “no todo gobierno es susceptible de corromperse” pues aún quedan millones de mexicanos honrados, con valores, y con principios, que jamás en su sano juicio habrían llevado a su entidad al borde del precipicio.
Hoy, como antes, existen personas con fe, y la fe, mueve montañas. Y el final diría Paul Anka, se acerca ya, ahora solo queda preguntar ¿Cómo lo esperará?
Al tiempo.
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