Respuestas de distinta naturaleza se produjeron al divulgarse que el presidente Enrique Peña Nieto plagió cerca del 30% de su tesis de licenciatura. No faltaron los que inmediatamente quisieron matar al mensajero, es decir, a Carmen Aristegui y su equipo intentando descalificar su trabajo periodístico, que fue el que descubrió el plagio, como si tomarse el tiempo de revisar la tesis de licenciatura de quien ostenta el más alto cargo en el país no calificara como periodismo de investigación. La oficina de la Presidencia dijo que se trataba de “errores de estilo” y minimizó el trabajo de la periodista.
El tema es relevante y de mucho interés periodístico. No sólo se desató una gran actividad en redes sociales, donde se derramaron muchos bites en torno al tema, sino que el asunto también fue recogido por una gran cantidad de medios. En el primer caso, fue evidente la irritación que provocó en la ciudadanía, una desilusión más que agranda la desconfianza en este gobierno y otra razón para desconfiar de los políticos. Es sólo cuestión de leer los comentarios que escriben los lectores en las notas periodísticas, los memes burlones que han sido compartidos una y otra vez, las caricaturas que se hicieron sobre el hecho y los hashtags que se crearon para comentar el plagio y la gran cantidad de opiniones expresadas en Twitter y Facebook. Es perceptible el enojo, pero es más grande la frustración anticipada que produce tener prácticamente la certeza de que no habrá ninguna consecuencia, por lo menos inmediata.
No fue un asunto frívolo ni se reveló una travesura que el presidente cometió en su juventud. Ocurrió cuando era un adulto, en una época en que estaba claramente estipulado en las normas académicas lo que procede cuándo se utiliza material escrito por otro autor: darle el crédito correspondiente. El hecho de que llegue al 30% el texto plagiado habla claramente de la intencionalidad de no otorgar crédito a los autores originales y de una conducta muy poco ética.
|
Para considerar la importancia de un caso como este, baste pensar que el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México incluye un capítulo dedicado a la protección de los derechos de propiedad intelectual, no sólo para preservar e incentivar el trabajo creativo, sino porque la protección del conocimiento tiene un alto valor comercial. Otros tratados comerciales también abordan este aspecto por las mismas razones. La entrada en vigor del TLC enfrentó a muchos plagiarios a las acciones jurídicas de nuestros vecinos del Norte.
Sobre el impacto de la nota, es suficiente con el dato de que ni siquiera Televisa la pudo evadir, el lunes 22 mencionó el tema sin dar detalles, de modo que los espectadores no se enteraron con precisión a que se refería Carlos Loret, pero el martes 23 tuvo que abordarlo directamente con el secretario Aurelio Nuño.
El secretario de Educación reaccionó minimizando el plagio e incluso puso en cuestión que sea cierto, de una manera ligera, dejando caer que “él no cree que sea cierto”, de ningún modo afirmando que no lo sea. Si no fuese cierto que existen los párrafos plagiados en la tesis, podemos imaginar la furia con que hubiese reaccionado Presidencia. Si se quería instrumentar un mecanismo de control de daños se hizo de la peor manera, pues enviaron a Aurelio Nuño a hacer un papelón. ¿El secretario de Educación restándole importancia al plagio? Entonces, ¿es válido copiar para obtener un grado? ¿por qué no permite a los maestros intercambiar información en las evaluaciones? ¿Es el mensaje que les quiere dar a los jóvenes? ¿Sólo los maestros, a quienes considera sus subordinados, les exige ética y los somete a evaluación?
Los que recomendaban a Aristegui ocuparse de cosas importantes no previeron que casi no hubo medio nacional que no atendiese la información del plagio. Se buscaron las reacciones de la Universidad Panamericana y de su asesor de tesis, el magistrado Eduardo Alfonso Guerrero; la primera dijo que investigará y el magistrado aseguró que fueron errores de imprenta, con lo que no sólo se mostró defensor del Presidente sino también ignorante de un proceso de impresión, en el que, por donde se le vea, no hay manera de que el impresor sea responsable de un error de tal naturaleza. Cierto que quizá la responsabilidad del asesor sea menor de la que se señala en los medios, pues hace 25 años no existía la disponibilidad de la tecnología que permite ahora identificar este tipo de conductas.
La nota dio vuelta al mundo. Los principales diarios de Europa y Estados Unidos y varias estaciones televisivas dieron cuenta de lo descubierto en la tesis del presidente mexicano. New York Times, BBc, The Independent, Libération, Forbes, El País, Today USA, Univisión y Reuters, entre muchos otros reprodujeron esta información. Le llamaron tramposo en estaciones nacionales de Estados Unidos. No es para menos. Acciones similares han hecho caer a altos funcionarios en países donde la honestidad de los servidores públicos está más valorada. Por plagiar en sus tesis de doctorado se vieron obligados a renunciar los ministros de Defensa y de Educación alemanes, Karl Theodor zu Guttenberg y Annette Schavan, lo mismo que el presidente de Hungría, Pal Schmitt, a quien se le comprobó haber copiado el 94% de su tesis de doctorado, perdió el puesto y el grado.
¿Cuántos de los funcionarios que pensaron o externaron que se trata de una información irrelevante estarán revisando o tratando de esconder sus trabajos de titulación?
ramirezmorales.pilar@gmail.com |