La razón para la acometida fue que el gobernador Duarte quería la plaza libre para, un día después, dar el “grito” de Independencia ante una multitud de acarreados que lo vitorearan, como finalmente ocurrió.
A pesar de que se presentaron denuncias en los ámbitos estatal y federal por la represión que el gobierno de Duarte de Ochoa siempre negó haber efectuado, la única consecuencia fue una timorata recomendación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en contra de los policías que habrían participado en la agresión, sin tocar a los verdaderos responsables, los funcionarios que la ordenaron, a saber, los entonces secretarios de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, y de Gobierno, Erick Lagos Hernández. Y por supuesto, el mismo Javier Duarte.
Tres años después, las condiciones políticas han cambiado diametralmente en el estado de Veracruz. El régimen de Javier Duarte de Ochoa vive sus últimos días en medio del más grande descrédito nacional e internacional, exhibido como el más corrupto gobierno del país, paralizado por la quiebra financiera producto de esa misma corrupción, y a 77 días de entregar el poder a un grupo político antagónico que prometió meter a la cárcel a todos los duartistas que saquearon al erario.
A pesar de eso, Javier Duarte mantiene prácticas como las de hace tres años, como si a estas alturas alguien pudiera creer en simulaciones de plazas llenas para ensalzar al gobernante que, “magnánimo”, le ofrece pan y circo al pueblo que lo “aclama”.
Y es que para evitar que alguna manifestación de protesta de las que a diario llegan a Xalapa desde diferentes puntos de la entidad se apropiara de la plaza “Sebastián Lerdo de Tejada” en la víspera del último “grito” de Duarte de Ochoa, el mercenario grupo de los 400 Pueblos fue llamado para apostarse y realizar su grotesco espectáculo de ilegal desnudismo público frente a palacio de gobierno, de donde se irán, obedientemente, una vez que las autoridades lleguen a ocupar la explanada.
Así, el 15 de septiembre Javier Duarte podrá encabezar su última ceremonia del inicio de la gesta de Independencia de México ante un público controlado, en su mayoría de las colonias populares más marginadas de la capital veracruzana, al que le ofrecerán despensas por vítores y porras, así como un cantante grupero para que hagan como que “quieren mucho” a su gobernador. Aunque por las dudas, tienen preparado un plan “B” para acallar con un equipo de sonido alguna posible rechifla.
Nunca entendieron que perdieron la plaza desde aquel 14 de septiembre de 2013. Y que el repudio de los veracruzanos resonará en sus cabezas el resto de sus días.
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