Es muy difícil leer sin sorprenderse, los escritos realizados por diputados y líderes priistas que dicen respaldar a Javier Duarte de cara al proceso que se le sigue internamente en el PRI, pues asumen la investigación y la posible resolución sobre su suspensión y su expulsión, como producto de las presiones y denuncias de su rival Miguel Ángel Yunes quien, arguyen, les ha impuesto la agenda mediática y ha construido un escenario dentro de su partido que violenta y perjudica al primer priista veracruzano.
El argumento de los diputados y dirigentes priistas abajo firmantes (deslindados algunos diciendo que fue utilizada su firma sin consultarles), permite lecturas diversas que pueden pasar de las complicidades a la presión ejercida sobre ellos, sin embargo la abyección pareciera consustancial a las actuaciones de los priistas que respaldan y se comprometen con la defensa de la honorabilidad y militancia de su “señor” gobernador.
Preocupados por obedecer y quedar bien, sin recato alguno pasan por alto en sus textos el ampliamente mayoritario sentir social de la entidad que dicen representar y que por cierto reclama mucho más que la expulsión partidaria; el reclamo social es de justicia real ante los abusos y arbitrariedades de su jefe y de casi la totalidad de los que le manifiestan respaldo.
Sin voluntad ni capacidad de reconocer las condiciones que privan en Veracruz su debate se ubica en justificar u ocultar las responsabilidades que sin duda tienen frente al desfalco y abandono estatal, frente a condiciones sociales de descomposición y al estado de desastre de la administración que han puesto en entredicho el presente y principalmente el futuro de millones.
Era de esperarse que el cinismo y la indolencia con que se condujeron durante esta administración prevalecieran en el cierre de la misma, descaradamente e ignominiosamente sumisos, esos hombres y mujeres “dirigentes y representantes políticos” están dispuestos todavía a indignarse públicamente ante la infame e injustificada campaña y revisión del comportamiento de su señor gobernador, el que después de permitirles abusar de sus funciones y del presupuesto, ahora les ha obligado a salir valerosamente en su defensa.
Desnudados por la abrumadora cantidad de evidencias de su pésimo comportamiento, siguen “defendiéndolo de las calumnias” dicen, que solo existen en la alterada mente de un rival político y salen a contener la infamia de los ataques infundados, de los rumores sin fundamento, pareciendo estar dispuestos a inmolarse con su supremo cómplice y jefe.
Reflejados en el espejo de sus intereses, de su protección, de su connivencia, la cofradía duartista de los abajo firmantes, los beneficiarios del caos veracruzano buscan presionar a sus dirigentes nacionales de partido en la defensa de lo indefendible, desmintiendo sus horrores frente al sufrimiento y la indignación de millones, como lo que son, hipócritas y desvergonzados.
Dice María Amparo Casar que una característica principal de la mayoritaria clase política que nos gobierna es la de la colusión, que se resume en una frase de autoprotección: “tapaos los unos a los otros”, como referente del código de los cínicos, es el valor de la cofradía, el santo y seña de su corrompida fortaleza, lo que les ha permitido moverse en la impunidad.
Se ha dado el fallo de la comisión priista encargada del caso, suspendiendo los derechos partidarios de Javier Duarte y 6 militantes más, desoyendo los gritos de la cofradía duartista, a los únicos que pareciera interesarles ese tema.
Que no nos distraiga la chusma priista del verdadero objetivo ciudadano, de la exigencia de justicia real para él y los que tanto daño le han hecho a Veracruz, la ley se debe aplicar y no simular, los responsables de nuestros pesares en esta docena trágica deben pagar las consecuencias y devolver lo que se robaron.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
¿Cómo hacerle para que la ley llegue antes de que se abandone el barco? No queremos otro fugitivo. |