Entre columnas.
Martín Quitano Martínez.
 

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2017
2017-01-04

Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.


Eduardo Galeano (1940-2015) Escritor y periodista uruguayo.


 


 


2017 llega con nubarrones que oscurecen el panorama mexicano, con gestos virulentos de comportamientos de poderes formales y fácticos que enseñan sus dientes en medio de la crisis imperante lastimando más y profundamente a amplios sectores sociales qué, atónitos, molestos y hartos de la situación observan, rumian y protestan e identifican a un culpable de los desastres todos: Peña Nieto es el eje concentrador de los desaciertos, la ignorancia, la incompetencia y la complicidad con un modelo económico expoliador que desnuda el pésimo gobierno hasta ahora realizado.


 


El año que inicia está marcado por los escándalos de corrupción que una vez más se muestran por doquier en el territorio nacional, tal vez como siempre, solo que ahora crecidamente descarnados, más evidentes, con montos escandalosos, con mayores daños, con mayores cinismos, pues el ejercicio del poder garantiza el enriquecimiento personal, para dañar impunemente el patrimonio público, para destruir al país.


 


El año nuevo vive los coletazos de la inseguridad que allí sigue, intimidante, espantosa para millones, lastimando y cancelando vidas físicas y morales, inhabilitando economías y oportunidades, convirtiéndose la violencia en ejercicio cotidiano de la selva donde el terror domina.


 


El 2017 que inicia arrastra la pobreza de millones, el hambre y la marginación, el trabajo precario, el individualismo de los aprovechados. Es un año que pinta mal, un año que no luce porque solo es la antesala de, nuevamente, la madre de todas las batallas por el poder de la República, es el año de las pruebas, de las escaramuzas electorales que perfilarán la competencia del año próximo.


 


Las entidades del país arrebatadas por personajes locales, gobernantes disolutos, banales, sinvergüenzas que hundieron los barcos ante la insolente omisión de un gobierno federal que favoreció el rio revuelto que permitió todo para “ganar”.


 


Veracruz es un caso paradigmático de esas conductas nocivas, el profundo deterioro de las finanzas estatales, el desmoronamiento de los ejercicios públicos o políticos y el rompimiento del entramado social, son herencias para este 2017 que minan la condición en que se crea la alternancia, esa condición de esperanza que da paso a la posibilidad de cambio de régimen, la cual puede estar en entredicho de no concretarse la solución o al menos el reconocimiento de que el ejercicio público y político se realizan con solvencia.


 


El debate veracruzano en este 2017 pasará por la rispidez que genera un nuevo proceso electoral, por las condiciones propias de la crisis y porque el bono democrático, si no se actúa con seriedad y capacidad, puede durar muy poco.


 


El 2017 inicia en Veracruz con el reconocimiento urgente de asumir las responsabilidades para dar cara al desastre, de plantar las exigencias que se requieran ante lo que se haga mal, de reconocer e impulsar los aciertos, de realmente asumir la ciudadanía como esa condición de vida que considera mucho más que solo el espacio privado y los intereses inmediatos.


 


El 2017 para los veracruzanos será una oportunidad para retar a la clase política y a los servidores públicos todos, a demostrar que realmente pueden cambiar la percepción, bien ganada, que se tiene sobre ellos de ser una famiglia que se alimenta de la simulación. Las condiciones exigen definiciones y el reducido tiempo disponible correrá muy rápido.


 


El 2017 obliga a cambiar, a intentar creer que se pueden hacer cosas distintas, a trabajar mucho y mejor, a empujar más para que haya resultados distintos de los que hasta ahora han definido la vida en la entidad.


 


Borrando la ingenuidad, nadie dice que sea fácil, la complejidad es profunda y solo podemos hacerlo con lo que tenemos a la mano, a los partidos, a los gobernantes, a los funcionarios o empresarios, a los vecinos y a cualquiera que se nos cruce en el camino hay que decirles y exigirles estar a la altura de unas circunstancias que de no cambiarlas dará mucho más que meras consignas. 


 


DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA


¿Habrán calculado los alcances sociales de una medida tan antipopular como subir la gasolina?


    

 
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