El dispendio es brutal. Los funcionarios de cierto nivel de la UV cargan todo al presupuesto. Es común ver a funcionarios de quinta desayunando o comiendo en el restaurante La pérgola, cargando sus alimentos diarios a la Universidad Veracruzana. Bueno, su plan médico en un tiempo cubría hasta cirugías plásticas.
Para colmo, la Universidad Veracruzana, una institución que podría crear sus propios departamentos de evaluación sigue contratando al CENEVAL para la aplicación del examen de admisión y para otro tipo de evaluaciones. El gasto que la UV le hace a CENEVAL, la empresa de la que es socio mayoritario Víctor Arredondo, es verdaderamente oneroso.
La Universidad Veracruzana nunca pudo erradicar a esos investigadores que se incrustaron y que cobran cantidades enormes, sin cumplir con ninguna carga académica. Sara nunca tuvo el valor de poner orden en esa clase de “aviadores” académicos; para colmo contrata a ebrios irredentos en empresas culturales como la Feria del Libro, que es parte del rostro que mostramos al exterior.
La UV, teniendo una facultad de Administración no sabe optimizar recursos; teniendo una facultad de Economía no sabe economizar; teniendo una facultad de Derecho anda por los caminos torcidos de la burocracia. La UV no merece el dinero que se le aporta, porque no está rindiendo los frutos adecuados. Hace bien el Congreso en exigirle a Sara una política de austeridad. Si le dan más dinero, ella sólo lo derrochará.
Viene ya el proceso para cambiar rector y los resultados de Sara no son buenos. Ella querrá reelegirse con el apoyo del gobernador Yunes Linares, pero ese sería un grave error. Sara Ladrón de Guevara siempre fue agachona, siempre fue gris, siempre fue como una pieza arqueológica del museo que mucho tiempo administró. Si el gobernador le quisiera hacer un favor, que la regrese a ese recinto del que nunca debió haber salido.
Armando Ortiz
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