Habrase visto mayor tarugada.
Salvo raras excepciones que las hay, los aspirantes a las candidaturas del tricolor están con ganas de darle una buena tarascada al pastel de una presidencia municipal y las necesidades de la población les importan pura corneta.
Están con ganas de cobrar por cada permiso que concedan para abrir desde un bar hasta una tiendita de abarrotes; están con ganas de echarse a la bolsa el diezmo por cada obra que se haga (o incluso que no se haga) en su municipio; están con ganas de mocharle una buena tajada al presupuesto federal y estatal. Y por si eso fuera poco, están con ganas de salir de jodidos.
Para que nos entendamos mejor, están con ganas de cometer peculado, malversar fondos, abusar de su autoridad y vender (bien cara) su influencia municipal.
Digo, para qué nos hacemos pendejos. Casi ninguno está con ganas de gobernar y mucho menos de hacerlo bien.
Pero el líder del tricolor (que como podrá observarse a continuación, no se le da aún la buena dicción en público) tiene una visión distinta:
“Hoy debemos de entender que la construcción de nuestra oferta es parte de un escenario completamente diferente, y en esta tarea, estoy seguro que las mujeres y hombres aquí presentes, como quienes están tomando estos cursos, tenemos esa misma convicción… Tenemos la frente en alto para presentarnos como lo que somos, de manos limpias…”
Sobre todo de manos limpias.
Lástima que en el evento que se llevó a cabo este viernes en el auditorio del PRI, no estuvieran presentes Fidel Herrera, Javier Duarte, Gabriel Deantes, Erick Lagos, Jorge Carvallo, Edgar Spinoso, Tarek Abdalá, Alberto Silva, Gina Domínguez, Arturo Bermúdez y Leonel Bustos, genuinos representantes de la honradez priista, porque habrían avalado las palabras de su líder Renato Alarcón.
Mandar a un curso de capacitación a los aspirantes y militantes del tricolor es una soberana mafufada. ¿Acaso eso los hará más honrados? ¿Así ganarán más alcaldías?
Un buen militante debe conocer los estatutos de su partido, lo mismo que un alcohólico tiene la obligación de conocer el llamado Libro Azul de AA.
Pero una cosa es conocerlos y otra bien distinta seguir sus enseñanzas.
En el caso de los alcohólicos, un amigo que de esto sabe mucho, me dijo que de 100 fulanos que ingresan a un grupo de AA sólo uno (en promedio) deja de beber. Los demás se la pasan como mi cuate Juan, engañándose ellos mismos. Pero eso sí, empapándose de las bondades del programa.
Con los priistas sucede lo mismo, aunque con una ligera variante en las cifras. De 2 mil tricolores acaso uno sea honrado. Pero pídeles lector que te hablen de los estatutos de su partido y te los recitarán como letanía.
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