Decepciones crecientes, como la experimentada, a casi doce días del inicio del nuevo gobierno, que ocasiono se aceptara y comunicara de inmediato, que la situación está peor de lo que se creía, empezando por la administración y finanzas oficiales. Situación generalizada de reconocido deterioro, que se extiende a casi todas las áreas de gobierno.
La real realidad superó y volvió obsoleto, en muchos temas y aspectos, casi todo lo que se sabía del gobierno estatal; como el conocimiento actualizado del aspecto financiero, que junto con otras cuestiones rebaso al recién estrenado Plan Veracruzano de Desarrollo.
Punto a favor reconocerlo y de inmediato alertar que se padece una emergencia financiera. Lo malo, es que en mucho, injustificablemente se sigue en más de lo mismo, empezando por la persistente falta de transparencia y de acceso a la información actualizada y sistematizada. Además de una notoria incapacidad, improvisación, caprichos y ocurrencias en algunas acciones.
Hay que insistir y preguntar:
¿Cuál es el monto total de deuda pública estatal? ¿Reestructurar deuda con bancos, no es aumentarla? ¿Cuál es el costo total de la reestructuración de la deuda bancaria y bursátil? ¿Se puede afirmar y comprobar que se ha eliminado deuda por más de 46 mil millones de pesos? ¿Hay, en las actuales condiciones del mercado, facilidades mayores y tasas de interés menores? ¿Cuáles otras condiciones y pagos caracterizaran los contratos propuestos? ¿Se deben establecer límites, procedimientos, etapas, seguimiento y control a la negociación? ¿O como siempre se dará un cheque en blanco?
Muchas preguntas continúan sin respuestas. Se cuestiona con fundamentos, que no se han considerado innumerables cuestiones legales, sobre todo de la nueva legislación financiera y de anticorrupción; e incluso, importantes aspectos inconstitucionales. Ilegalidad que puede ser causa de responsabilidad y fuente de conflictos.
Ante la renovada política de endeudamiento reestructurador. Es imposible ignorar o hacer como que no se sabe, que una cosa es el monto que se solicita prestado; y otro, mucho más grande, el que debe pagarse en las fechas establecidas.
Y aunque son notorios contados esfuerzos que se realizan en algunas áreas de gobierno, mismos que hay que consolidar, se debe reconocer que no es ni va a ser nada fácil y rápido lograr un cambio verdadero.
Por ahora, digamos modesta y humildemente que, como en ninguna otra ocasión vivimos, experimentamos un débil esfuerzo por cambiar, con aciertos y errores, acciones y pendientes, pero sin duda con mucho que aprender.
Y también, reconocer que lejos del discurso electorero o manipulador, sensacionalista o distractor. Más allá de las promesas de campaña y de la misma decisión de los veracruzanos, de cambiar a través de la alternancia partidista. Lo cierto es que se comprueba, una vez más, el abismo entre el decir y el hacer: sobre todo si se persiste, en muchos aspectos, en repetir obsoletos y contraproducentes esquemas de gobierno, ausentes o faltos en gran medida de formas y expresiones de participación ciudadana y social.
Tema que merece comentarios aparte y que, por ahora, simplemente hace recordar, el viejo principio de que, en política lo deseable, se reduce a lo posible. Y que más de lo mismo, da igual, similar o peor.
ALTERNANCIA DE LA REDUNDANCIA EN FINANZAS.
En el manejo de la mala administración oficial y de la adicción a la deuda pública, no hay cambio.
Pocos temas son tan claros y obvios como el conocido y transmitido desde siempre, por la sabiduría popular de nuestros ancestros, y por la experiencia y sufrimiento de generaciones: no puedes, ni debes gastar más de lo que recibes u obtienes.
Y hay que insistir y repetir lo que tanto se cuestionó y denunció en campaña. Siguen, limitaciones y sacrificios crecientes. Millones de veracruzanos, continúan atrapados y sacrificados en la repetición de la preferida política “duartista”, de gastar y gastar, de endeudar y endeudar.
Repetir e insistir. Más allá de acto, discurso, conferencia o entrevista. Persiste política gubernamental, caracterizada por opacidad y falta de acceso efectivo, sistemático, permanente y verdadero, a la información gubernamental. Ni rendición de cuentas, puntual y verdadera.
Además, sin diagnóstico real, profesional y sustentado, que defina con precisión y actualidad dimensiones y complejidad de los problemas.
Y también, sin control ni evaluación social sistemática, ni fiscalización oficial efectiva, que ha ocasionado, permitido o facilitado, discrecionalidad y voluntarismo, así como propiciar o apoyar, el saquear y esfumar cuantiosos recursos presupuestados.
Reestructurar como aceptación tácita, refrendo a la continuidad de estructura y funciones, recursos y atribuciones de una administración pública sobregirada, deficitaria y notoriamente afectada por ineficiencia y delincuencia gubernamental. Absurdo e irresponsable mantener y sostener lo que está mal y va peor.
¿Y los miles de millones de pesos presupuestados y desaparecidos?
¿Historia repetida de Duarte y Tomas Ruiz, con su reestructuración de más de 30 mil millones en 2011?
Política y costumbre, disponer del presente y futuro de los más débiles de los débiles. Los de la mayor de las desventajas; esto es, de las futuras generaciones, que todavía no nacen o que apenas inician su vida. Fácil abusar y disponer de lo que es de los que antes de nacer no se pueden defender, pero ya deben y deben cada vez más. Convertidos por sus gobiernos, en especie de esclavos financieros.
Todo, con contextos nacional y mundial más complicados y difíciles.
*AcademicoIIESESUV@RafaelAriasH.Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasHdez |