Durante la obra, como es inevitable, la vialidad xalapeña sufrió una afección tremenda, pero finalmente la nueva calle fue abierta al tránsito en sus dos carriles y todo volvió a la normalidad, si por “normalidad” entendemos las largas filas cotidianas de vehículos que se arremolinan a la salida del viaducto y ante el semáforo de la esquina con la calle Bravo en las horas pico, que son casi todas las del día y algunas de la noche.
Antes de que los xalapeños tomaran un respiro, el Ayuntamiento se siguió con una obra similar en la cuadra única de la calle Primo Verdad, que estuvo lista mucho más rápido que la anterior, aunque esa celeridad no evitó que hubiera quejas de habitantes de la capital a los que no les gusta que les interrumpan la vialidad, tan escabrosa de por sí.
Y el circuito se cierra ahora con la calle Enríquez, con lo que se complementará el circulo virtuoso de las vialidades principales del primer cuadro -y el segundo- de la ciudad.
Empecinado y negociador, Américo Zúñiga logró establecer las condiciones para que la obra empezara en el tramo que va de Lucio a Clavijero y pasa por los dos palacios, el de Gobierno y el Municipal. Seguramente la compañía constructora pondrá todo su empeño para terminar lo más rápido posible y seguirse de frente con la cuadra faltante de Lucio a Primo Verdad.
De esta manera, quiere la autoridad municipal ganarle en el tiempo a las críticas de los afectados, de modo que la obra termine antes de que las protestas crezcan en demasía.
Le restan seis meses y tres días a la actual administración municipal, y el alcalde se ha propuesto terminar a tambor batiente su cuatrienio, en el que tuvo oportunidad de hacer un buen gobierno, que le han reconocido los xalapeños en todas partes -menos en las urnas, pero esa es otra historia-.
La cereza del pastel de la presidencia municipal de Américo será esta obra, que pondrá en servicio al término de su mandato constitucional.
Así, Américo Zúñiga Martínez pasará la historia como un excelente alcalde, inteligente y sencillo; eficaz y sensible.
Y el maestro Guillermo, en donde esté, sonreirá muy satisfecho.
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