Sin embargo, lo primero que habría que reconocer es que lo sucedido en Veracruz con Duarte y el PRI, ha pasado igual y con otros personajes políticos; el PAN, por ejemplo, hizo y deshizo a sus anchas durante 12 años que Vicente Fox y Felipe Calderón vivieron en Los Pinos; dando muestras y quedando huellas de una corrupción fehaciente y jamás castigada tanto a ellos mismos como a sus protegidos compañeros de partido.
De tomarse conciencia del caso, doña impunidad debería dejar de ser después de la era Duarte: la reina del poder.
El Duarte por inmaduro (que no por joven), sobrepasó todos los límites de la indecencia política y hoy, tras las rejas, está a punto de ser enjuiciado.
Al ex gobernador desde su huida, captura y extradición le ha llovido y caído de todo, pero aún la Ley le piensa para comprobarle parte de los delitos que presumiblemente cometió.
Sin embargo, hay tantas cosas más que nadie vio, que nadie oyó y que si Duarte no hubiera traspasado esas líneas del desorden jamás se hubieran conocido. Javier, su familia, amigos y colaboradores, se hubieran ido con las manos llenas, como tantos otros ex lo han hecho.
Duarte fue protegido durante su atroz gestión, a decir de Raymundo Riva Palacio en su columna “Estrictamente Personal” de ayer, por la máxima figura política y de gobierno de este país, Enrique Peña Nieto.
Aquí en el Estado se critica a las autoridades fiscalizadoras por no actuar a tiempo, por no denunciar las pillerías que Duarte cometía; pero de qué hubiera servido denunciarlo si a Duarte lo protegía el mismísimo Presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
¿De qué hubiera servido? ¿De qué sirvieron las más de 60 denuncias que hizo contra Duarte la Auditoría Superior de la Federación cuando Duarte aún ostentaba el poder? Y si lo protegía el Presidente, ¿cuándo dejó de hacerlo y por qué?
Según Riva Palacio, “Peña dejó de proteger a Duarte desde el 5 de junio cuando detuvo en un retén al senador Fernando Yunes y le fue arrebatado por policías federales. El titular de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, le había llamado 5 veces para que lo soltara y Duarte no le hizo caso. “¡Es senador, cabrón, suéltalo!”, contó Duarte que le había gritado el secretario, aquella tarde. Poco después, cuando le informaron que les habían quitado al senador, comentó: “Ya nos abandonó el águila”.
“Águila” es como llaman muchos políticos al presidente de la República en turno, explica Riva Palacio.
La protección del Presidente no fue casual. En Presidencia se sabía del desorden financiero de Duarte.
Riva Palacio relata que “Peña Nieto frenó varias veces al entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que le pedía actuar en su contra por el desorden financiero y la corrupción en el estado”. ¿Así o más clara la protección presidencial?
“Pero el Presidente, no solo le consistió la corrupción económica, también la política y no solo lo defendió el titular de Hacienda sino también del ex líder del PRI, Manlio Fabio Beltrones, quien reiteradamente le pidió que lo obligara a solicitar licencia, para tratar de salvar la elección. Peña Nieto, por el contrario, lo respaldó y le entregó la elección, con la promesa de Duarte de entregar la victoria”.
Cuánta razón tenía Duarte de estar feliz cuando en una reunión exclusiva con columnistas locales les dijo que Peña Nieto era su amigo y que le había encomendado ganar la elección de gobernador, pues ¡nunca antes le había fallado!
Pero Duarte no se hincó ante el temblor cuando en lugar de su amigo Alberto Silva Ramos, el CEN del PRI, nombró candidato a gobernador al senador Héctor Yunes Landa, impuesto por Luis Videgaray, dice Riva Palacio.
En lugar de seguir las reglas del juego, Duarte le jugó las contras a Yunes Landa y buscó vencerlo a través de impulsar al candidato de MORENA, Cuitláhuac García Jiménez, según narra Riva Palacio.
Duarte en su alocada inmadurez cometió un sinfín de delitos electorales por instrucciones y con el consentimiento de “arriba” que ni por asomo son hoy ventilados y menos investigados por autoridad alguna en este país.
Sin embargo, lo que apunta Raymundo Riva Palacio, ahí queda, precisamente por ser tiempos en que la autoridad política del Presidente Peña Nieto no está como para abrir un nuevo frente de batalla contra un columnista; que de sobra se sabe que las fuentes del periodista se lo confiaron para presionar en vísperas del obligado destape en puerta rumbo al 2018.
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