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Luis Pazos.
 

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Cómo dar ayuda que ayude
2017-10-01

El lado positivo de la tragedia del reciente sismo es que afloraron entre los mexicanos muchos valores: solidaridad, compasión, bondad y ayuda al prójimo. Esas virtudes de mexicanos anónimos, que escuchamos en la radio, vemos en la TV y leemos en la prensa, contrastan con las noticias previas al sismo, donde predominaban las de asesinatos y corrupción.


En escuelas e iglesias hay centros de acopio llenos de agua y víveres. El problema de la Cruz Roja, de las instituciones más respetadas, es la distribución de todo lo entregado. De algunos lugares del desastre envían mensajes “ya no manden agua ni víveres”. Los superhéroes anónimos: rescatistas, topos, estudiantes, humildes trabajadores, hombres, mujeres, niños, soldados y marinos, que buscan personas vivas entre los escombros, han sido los más importantes; ahora habrá que apoyar a quienes perdieron, además de parientes, su casa y se quedaron sin patrimonio.


La solución no es aumentar el gasto público. Sí que el gobierno reduzca sus gastos inútiles y libere recursos para la reconstrucción, empezando con los millonarios gastos de publicidad en la Presidencia, de la politizada Secretaria de Desarrollo Social, de los partidos y de tantas dependencias que inventan en qué gastar para terminarse el presupuesto. Si en realidad el actual gobierno quiere ayudar que gasten menos y bajen impuestos para reactivar la economía.


Un camino para optimizar la ayuda ciudadana es aportar dinero a través de fundaciones privadas, que se las entregarán a los afectados por el sismo sin que se burocraticen. Hay varias, cuatro de ellas son la Fundación Carlos Slim, Fundación Televisa, la MOVA100 (Movimiento Azteca) de Ricardo Salinas y la Fundación Alfredo Harp Helú. La de Slim pondrá 5 pesos por cada peso recibido, Grupo Salinas, Televisa y Harp Helú, un peso por cada peso donado.


La sociedad civil puede hacer más que los gobernantes, varios de los cuales solo buscan la foto en las zonas de desastres y reparten, no su dinero, sino el de nuestros impuestos, sin la certeza que llegarán a quienes lo necesitan, como ha pasado con los recursos etiquetados para combatir la pobreza durante la actual administración federal.


*El autor es profesor de Economía Política.

 
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