Por supuesto, la principal de todas sus debilidades está en el área de seguridad pública. El titular del ramo, Jaime Téllez Marié, ha demostrado en innumerables ocasiones no tener capacidad para el puesto, y eso se refleja todos los días en las calles de Veracruz, de norte a sur: asesinatos, secuestros, asaltos a diestra y siniestra. Y lo “mejor” que ha podido hacer el funcionario fue increpar e intimidar a los reporteros que lo cuestionan. Completamente fuera de lugar. Totalmente rebasado por la magnitud de lo que aquí sucede.
Pero no sólo en materia de seguridad existe esa sensación de falta de capacidad para llevar las riendas de la entidad. En turismo y desarrollo económico no se conoce una sola acción –a menos que las escondan muy bien- que demuestre una estrategia eficiente de promoción del estado y atracción de inversiones. Veracruz sigue paralizado en dichos rubros.
En salud, continúan las mismas carencias. La infraestructura hospitalaria es de vergüenza en las regiones de mayor marginación, donde tampoco hay medicamentos suficientes y a veces ni médicos. Lo más relevante que ha surgido del sector salud estatal es la denuncia de que a cientos de empleados los colocaron en la nómina de empresas “fantasma”.
Y así podríamos continuar con otras áreas y sus dependencias. La famélica obra pública que se lleva a cabo es gracias a los recursos federales que se transfieren para ese propósito. De lo contrario, no habría ni para reparar una banqueta.
La constante para justificar tan magros resultados es echar la culpa de todo a Javier Duarte: “es que así recibimos el estado”, “es que los duartistas dejaron un desgarriate” y todo un rosario de excusas, cuando sabían perfectamente a lo que se enfrentarían al asumir el gobierno. Aquí nadie puede llamarse engañado.
Es absolutamente cierto que los doce años del fide-duartismo derruyeron institucional, financiera y moralmente al estado de Veracruz. Nadie lo niega. De hecho, precisamente por eso Miguel Ángel Yunes Linares ganó las elecciones en 2016, por el hartazgo popular que castigó en las urnas al partido que cerró los ojos ante todos esos abusos. Pero un año después de asumir el poder, ésa ya no es una excusa válida. Es más bien un discurso desgastado que lo que demuestra es incapacidad para gobernar con los resultados ofrecidos.
Y quizás ése sea el fondo del problema. Que se han dedicado a seguir haciendo campaña, ahora para catapultar las ambiciones políticas del hijo mayor del gobernador, olvidándose de gobernar.
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