Hay quienes creen que la inseguridad aumentó por encargo de algunos para reventar la imagen de Miguel Yunes, más aún cuando el currículum del hoy Gobernador combatiendo a la delincuencia era abultado, y a decir de varios, probado. De ser verdad esta teoría, qué mejor forma de golpearlo, y claro, qué maquiavélico plan.
Hay otro buen sector que achaca el problema actual de la inseguridad al gobierno de Javier Duarte, al considerar que todo lo “que se hizo mal y se dejó de hacer para bien” reventó cuando el de Córdoba abandonó el poder, dando pie, así, a que “los demonios se soltaran”.
Existe una parte de la población que siente recrudeció la violencia por temas electorales, incluso hay quienes vislumbran descuidos estatales por este rubro. Tal como lo abordé al inicio de esta columna, el temor respecto a una escalada mayor conforme se acerque el primero de julio tensa a todo Veracruz.
Sea herencia o no de Javier Duarte; sean o no los enemigos del Gobernador Miguel Yunes; sea o no mala estrategia del actual Secretario de Seguridad Pública; sea casualidad o ninguna de las que mencioné, da igual, en Veracruz urge disminuir los niveles de violencia, más allá de cualquier otra asignatura. Es un infiernillo, literal.
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