Queda claro que el gobernador puede creer lo que quiera, pero con sus expresiones e inducciones descalificadoras imposible violentar el mandato ciudadano.
El no puede decirnos por quién o no votar; tampoco hablar en nuestro nombre.
Por ello llaman la atención sus dichos de que el pueblo no votará contra quien más denuncias “periodísticas” presente contra Peña Nieto cuando en los hechos hay denuncias y reclamos que van más allá de lo periodístico. La Casa Blanca, las muertes de Ayotzinapa, las denuncias documentadas legalmente contra Pemex por corrupción y tantos y tantos latrocinios documentados más allá de lo que, según el gobernador, publican los periodistas.
Cómo sustraerse o no votar contra quienes han presentado “denuncias periodísticas contra otro de los contendientes, tratándolo de aparecer como el hombre más rico de México”, se entiende que en referencia de José Antonio Meade contra Ricardo Anaya cuando, también en los hechos, la PGR, la Seido y el mismo FBI tienen documentado el lavado de dinero, los millonarios dineros trasladados a paraísos fiscales y los delitos por crimen organizado de este aspirante que, en efecto, sí que es un “chico maravilla”… para las transas.
Cómo votar contra quien “se asume como domador insustituible y amenaza soltar a los tigres si no gana la elección y encerrarse en uno de sus ranchos; tiene varios, para ver como los tigres destrozan al país” en alusión a Andrés Manuel López Obrador, puntero indiscutible y quiera o no el señor gobernador la gente saldrá a votar de cara a una previsible victoria electoral.
En contraflujo.
El conjuro de no votar o aplicar el voto de castigo sí aplica, pero en contra de quien busca inhibirlo, es decir, en contra del hijo del gobernador a quien pretende imponer.
Hoy lo que sí vivimos son tiempos de realidades, crudas realidades que al conjuro de quien llama a no votar difícil podría cumplirse ya que lo más seguro es que sí salga la gente a votar y que su voto se defina por quien representa una esperanza de cambio para México.
Ello a nivel nacional ya que para el caso de Veracruz imposible evitar el no voto. Ajeno a cualquier triquiñuela, compra de sufragios o manipuleo de cifras, el mandato popular difícilmente será inhibido.
Los veracruzanos sabemos que es falso que nuestra tierra “vive un nuevo amanecer” y que “hoy gozamos de estabilidad política y de paz social”.
No es exacto, tal como lo afirma nuestro gobernador ante el presidente de México, que las “finanzas públicas sanas permiten que el Gobierno del Estado invierta en infraestructura carretera, educativa y de salud, y en programas sociales para abatir la pobreza”, cuando bien sabemos que se cuelga a la obra federal y una que otra estatal más de relumbrón que real.
Tampoco cierto que “Veracruz vive una mejor situación en materia de seguridad pública” cuando los hechos muestran en el día a día, en el minuto a minuto, el baño de sangre en calles, pueblos y ciudades.
Como si Peña Nieto no lo supiera o viniera de Marte.
Son, en fin, dos visiones de una realidad enmarcada por el colofón de un discurso, el del señor Yunes Linares, en donde se mete hasta con Dios al señalar en alusión al Peje que los veracruzanos tampoco votarán “por quien ofrece el perdón de los delitos, como si los delitos fueran pecados y no agravios contra las personas y la sociedad. Hasta donde sabemos, sólo Dios puede perdonar, y Dios no ha obtenido su registro en el INE como candidato a la Presidencia de la República”.
Menuda sorpresa se llevará cuando el próximo lunes se presente ante el INE a registrarse no Dios, sino el demonio del Pejelagarto a quien bien aplica aquello de que más sabe el Diablo por viejo que por Diablo.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |