En los mítines: los mismos discursos de siempre, que no son dichos para convencer a los votantes sino para que los candidatos se autoconvenzan -si es posible- de que son simpáticos, queridos, carismáticos…
Y otra característica inusitada: de todos los partidos se reparten despensas entre los ciudadanos marginados con el fin de comprar su voluntad y arrastrar el voto hacia los dadores.
Son las nuevas campañas, hechas como nunca, pero… ¡ah caray, las campañas son las mismas de siempre!
¿Qué se hizo la innovación? Los imaginativos creadores de ideas nuevas, ¿qué se hicieron?
Eso de realizar campañas originales, como nunca antes y con novísimas características, no es más que una declaración de moda, hecha pública con un alto grado de inconsciencia, similar a la afirmación de las muchachas convertidas en mujeres-objeto en los concursos de misses sobre el hobby que entretiene sus días superficiales (señoras feministas… una más a su favor).
Los habitantes de este país estamos pagando miles de millones de pesos -que no tenemos y nos hacen falta en cosas más urgentes- para que los partidos políticos repitan su cantaleta de siempre y sus candidatos sigan con sus promesas vacuas:
¡Acabaremos con la inseguridad!
¡Terminará la pobreza!
¡La mala distribución de la riqueza!
¡La injusticia!
Estamos una vez más en el tráfago de la inconsciencia, en el devaneo de las mentiras públicas dichas por los hombres públicos (y aquí evito el femenino “mujeres públicas” por consideraciones de semántica histórica).
¿Campañas innovadoras? ¡Puaff!
¿Nuevas formas de acercarse y dirigirse a la gente? ¡Puaff!
¿Austeridad y transparencia? ¡Puaff!
Yo no les creo; muchos no les creemos…
Aunque iremos a votar, amparados en nuestro optimismo proverbial.
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