Estos datos son consistentes con los de otros levantamientos demoscópicos más o menos serios que se han dado a conocer en las semanas anteriores sobre las tendencias electorales en la entidad veracruzana. Y como resulta evidente, nada tienen que ver con los resultados de supuestas “encuestas” de empresas cuasi-fantasma en las que el hijo del gobernador aparece “arrasando”, mismas que el régimen yunista ha difundido masivamente a través de sus textoservidores y corifeos e insertado como nota principal en sus medios serviles, que como era de esperarse, ignoraron el estudio de Berumen-Ipsos.
Esto no quiere decir que la elección en Veracruz esté definida. Faltan dos semanas y media para los comicios y todavía hay posibilidad de que las tendencias se modifiquen, y que las brechas entre por lo menos tres de los candidatos se abran o se cierren.
Pero lo que es más que obvio es que el hecho de que a estas alturas -y con el brutal derroche de recursos que han realizado para llenar plazas de norte a sur del estado y entregar apoyos de los programas sociales- el candidato que representa al régimen gobernante esté por debajo en las preferencias electorales de otro candidato que sólo tiene repercusión mediática cuando viene al estado el abanderado presidencial de su partido, Andrés Manuel López Obrador, significa un monumental fracaso. Tanto para la campaña de Yunes Márquez como para el gobierno de Yunes Linares.
Ni siquiera el descarado uso propagandístico y la mediatización electorera de las causas penales que se siguen en contra de Javier Duarte de Ochoa y algunos –sólo algunos- de sus ex colaboradores han servido para levantar la campaña del hijo del gobernador, cuando todo ese dispendio de recursos y esfuerzos debería significar una cómoda ventaja sobre candidatos que no tienen acceso a esos beneficios. Ni al aparato gubernamental.
Los Yunes provienen de la cultura priista de hacer política y “operar” elecciones. Así que es lógico esperar que echen mano de lo que saben hacer para intentar revertir las tendencias de serles desfavorables –como resulta muy probable- el próximo 1 de julio. Al costo que sea.
Pero por lo pronto, el mito del cambio en Veracruz terminó de reventar. Los números no les dan.
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