Si había alguien que de verdad se imaginaba en el Palacio de Gobierno de Veracruz era Miguel Ángel Yunes Márquez. Tan seguro estaba de su victoria que se cansó de decir, en cada acto de campaña, que “arrasaría” con sus adversarios en la boleta, y no fue así. No cabe duda, en su actitud sobrada llevó la penitencia. A pesar de que quien hizo todo para perder fue el propio candidato panista, el que ya carga con buena parte de la derrota para la opinión pública nacional es su padre, el Gobernador Miguel Ángel Yunes Linares. Ocurre en el fútbol, ocurre en la política, si los jugadores dan un mal partido, el primer responsable (verdad o mentira) siempre es el director técnico. Quienes vivimos en Veracruz sabemos que la derrota de Miguel Yunes Márquez obedece, en buena medida y más allá del “tsunami AMLO”, al desapego que tuvo con la gente, a su actitud lejana y crecida, a la mirada altiva, a que en todo momento se vio sucediendo a su padre antes de ganar en las urnas. Durante las últimas cuatro semanas, fuentes confiables del CEN panista y estrategas morenistas, me revelaron las razones que podrían desembocar en la inesperada derrota de Yunes Márquez, las cuales, una a una, se concretaron. Esto compartí el pasado 14 de junio: “De acuerdo a lo que me confían, en este momento, a casi 15 días de las elecciones, los panistas aún tienen a Miguel Yunes como ganador, pero por un margen que día a día se acorta, y de seguir así, tomando en cuenta la relación <tiempo-disputa del voto>, el cachorro de AMLO podría rebasarlo después del 28 de este mes”. Y así pasó, Cuitláhuac García venció a Yunes Márquez por más de 180 mil votos, lo correspondiente a 5 puntos porcentuales. Ni siquiera fue necesaria la fotografía que suele tomarse en las apretadas carreras de caballos. Ahora bien, esto me comentaron el pasado 20 de junio, y lo escribí aquí mismo:
“Ya la tenemos amarrada, Alejandro, AMLO gana seguro en Veracruz y por buen margen. Lo que necesitamos y me pidieron lograr, es que Cuitláhuac García evite el sufragio diferenciado. Tenemos que suplir sus carencias como candidato con las virtudes que la gente ve en Andrés Manuel”.
Y en contraste a lo ocurrido en Puebla con Miguel Barbosa, en Veracruz los morenistas lograron evadir el voto diferenciado, de hecho, el 80 % de quienes sufragaron por López Obrador cruzaron también la casilla de Cuitláhuac García. AMLO alcanzó más de 1 millón 750 mil votos, y su “cachorro” en el estado, alrededor de 1 millón y medio.
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El clavo final en la tumba electoral de Miguel Yunes Márquez lo pusieron los muchos priístas que decidieron votar por el morenista, con el único afán de no ver al hijo del Gobernador llegar al poder, ya sea por gusto o supervivencia, esto último aplicable en el caso de los ex duartistas.
Esto adelanté el 14 de junio:
“En el CEN del PAN consideran que a pesar del crecimiento que ha tenido la candidatura del priísta José Yunes, muchos tricolores en Veracruz podrían votar por Cuitláhuac García bajo la simple (y sencilla consigna), de <no querer ver llegar a Miguel Yunes Márquez al poder>”.
En Veracruz, lo sorprendente no fue el triunfo de Morena, sino la forma en que lo hizo: arrasando.
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