“Nunca había vivido una situación como esta, hermano. Pero Dios te ha puesto en mi camino como mi salvador. Te suplico me prestes 50 mil pesos para cubrir mis necesidades más apremiantes como el pago de la luz, la despensa familiar, el teléfono… Bueno, los dos teléfonos porque hasta el celular me cortaron. Pero sobre todo para pagar la renta; eso es lo que no me deja conciliar el sueño. Si me echan de la casa corro el riesgo de dormir a la intemperie” comentó con voz lastimera.
Ignoro si sus argumentos estaban convenciendo a mi amigo, lo que sí me quedó claro es que cometió un error al rematar su perorata con una frase tan acongojada como cursi: “Me siento el más solo y abandonado de los mortales”.
De ahí se agarró Juan para soltarle una parrafada de palabras que no admitieron réplica: “Para soledad y abandono, la de unos diputados federales veracruzanos que el mismo día en que te echen de tu casa perderán su fuero constitucional. Esos sí que están más fregados que tu, mi hermano”.
“No entiendo a qué viene tu comentario” dijo el tipo con extrañeza. Y Juan le explicó que esos legisladores están acusados de malversar, desviar y robar miles de millones de pesos en el gobierno de Javier Duarte. Pero por tres años han burlado a la justicia amparados en el fuero y por tres años recibieron protección de sus compinches del PRI.
Agregó que ninguno llegó al Congreso para hacer leyes, sino para cubrir con el fuero sus raterías.
En un tiempo estos diputados fueron funcionarios poderosos, temidos e intocables. Pero como el fuero no es eterno deben estar padeciendo insomnio y ansiedad, porque están a horas de ser ciudadanos comunes y perseguibles. Se quedaron sin amigos influyentes para que los defiendan y lo que es peor, ya no le importan a nadie.
“Esos tipos desearían estar en tu lugar y tener tus problemas. Quizá tengas que dormir a la intemperie, pero ellos corren el riesgo de dormir en prisión. Te aseguro que te envidian y cambiarían todo por ser como tu” le dijo Juan al sujeto mientras le daba un apretón de manos y una palmada en la espalda a manera de despedida.
Confundido y aturdido, el tipo balbuceo unas palabras y se alejó sin los 50 mil pesos que le pensaba sablear a mi cuate.
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