¡Mira tras de tí. Recuerda que eres un hombre y no un dios!, según libre traducción del latín al castellano, solían repetirle en la antigua Roma a los generales victoriosos a fin de que no olvidaran que fama y poder son transitorios.
A Miguel Ángel Yunes Linares le sobraban aduladores hace dos años, los mismos que hoy lo critican a ultranza, y a su vez exaltan y elogian sin ruborizarse a Cuitláhuac García Jiménez.
Le organizan fiestas, lo invitan y ofrecen toda clase de apoyos aparentemente de manera incondicional al nuevo gobernador.
Yunes estaba acostumbrado a saborear las mieles del poder. Cuitláhuac apenas empieza a disfrutarlo y pronto lo ejercerá a plenitud por seis años.
Cuando Yunes ascendió a la gubernatura se rodeó de subordinados que acataban sin discusión todo lo que les ordenaba. Algunos de los que lo acompañaron en su trayectoria política desde décadas atrás, decidieron por sí y ante sí retirarse a tiempo. No soportaron su autoritarismo y arrogancia.
En el ocaso de su carrera política, se va con menos amigos de los que tenía al asumir el cargo. ¡Muerto el rey, viva el rey!
Igual que en su momento alabaron a Javier Duarte y Fidel Herrera y después los aborrecieron. Los héroes de hoy pueden ser los villanos de mañana si no vencen las tentaciones de los aduladores y no ponen los pies en suelo firme. ¡Aguas!
Mientras ostentan el poder, políticos jóvenes y viejos son calificados de guapos, sabios y honestos. Al dejar el cargo son condenados al ostracismo si bien les va… o al olvido o la cárcel.
De ser Dios se convierten en el diablo.
La peor parte la sigue llevando el pueblo por el voraz saqueo al que es sometido cada sexenio estatal o federal. Para el caso es lo mismo.
¡Adiós, Miguel. Bienvenido, Cuitláhuac!
|