Con lo anterior, 70 millones de pesos del erario veracruzano (que no son cualquier baba), fueron a dar al hoyo de ganancias y pérdidas varias a donde han ido a parar miles de millones de pesos no aclarados o desviados por cientos de funcionarios públicos en los últimos 18 años.
En su infinita soberbia, Mancha piensa que el próximo gobierno le pelará los dientes y así lo hizo saber: “Que me investiguen, yo no tengo ningún problema, estoy con la conciencia tranquila. Puedo ver a los ojos a todos los panistas” dijo retador.
Y remató con la frase con la que rematan sin excepción todos los políticos ladrones, transas, corruptos y cínicos: “No tengo nada de qué avergonzarme”.
De estar en la lona, Pepe Mancha se apresta a reelegirse por segunda ocasión como líder estatal de su partido y como rival lleva a Joaquín Rosendo Guzmán Avilés, el cacique de Tantoyuca.
Con lo anterior, el próximo 11 de noviembre los panistas veracruzanos tendrán para escoger a su líder entre dos candidatos diametralmente opuestos. Uno, ladrón, corrupto y transa. Y el otro; transa, corrupto y ladrón.
Hagan su juego, señores.
Los Bárbaros de Tuxpan
Lo que inició en Tuxpan como una serie de desacuerdos al interior del cabildo, relacionados con la administración pública y el ejercicio de gobierno, degeneró en una vergonzante guerra sucia donde un grupo de regidores, al que se les conoce como “Los Disidentes”, han desatado una campaña difamatoria en redes sociales contra el alcalde Antonio Aguilar Mancha.
Quiero aclarar que Aguilar Mancha nunca ha sido santo de mi devoción y he sido un crítico puntual de sus desatinos como munícipe. Pero los ataques desde el anonimato a la dignidad de cualquier persona, a su vida privada, a personas inocentes y familias, sólo son reflejo de la pérdida de la decencia y de los valores fundamentales de las personas que los llevan a cabo. Y eso es preocupante.
En un gobierno siempre hay conflictos internos y cuando no hay acuerdos, para eso están las instancias legales como el Congreso del Estado, el ORFIS y la propia Fiscalía. Si el alcalde o cualquier edil han incurrido en alguna irregularidad administrativa, nada como acudir a los los órganos de control y de fiscalización.
La difamación ya no cabe en estos días y menos, cuando se hace en forma anónima y soez a través de redes sociales, provocando daños colaterales a personas inocentes y que nada tienen que ver con el gobierno o su forma de hacer política.
Los tuxpeños se merecen un cabildo responsable, recto, honesto, de valores y que respete la ley. No un grupo de bárbaros que intentan arreglar las cosas usando las redes sociales como medio de presión y ataque.
Eso no se vale; no es digno de personas bien nacidas que se supone, son representantes populares.
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