Originario de Misantla alcanzó la estatura de haber sido el único periodista veracruzano que ocupó un asiento al lado de un Presidente de la República (José López Portillo, 1978) durante la entrega del Premio Nacional de Periodismo, que ganó ese año por Comentario Político (la otra premiada fue Elena Poniatowska), y otro presidente, Carlos Salinas de Gortari, lo visitó en su casa de Misantla a principios de los años 80. En la sucesión de la gubernatura en 1992 Salinas de Gortari envió a su todopoderoso colaborador de entonces, José Córdoba Montoya, a que lo consultara sobre quién podría ser el mejor sucesor de Dante Delgado.
No fue menor el galardón que ganó en 1978 si se recuerda que por Comentario Político solo lo obtuvieron Manuel Buendía, Miguel Ángel Granados Chapa y Francisco “Paco” Martínez de la Vega.
En mi caso, desde finales de los años 60 lo leía con mucha admiración porque su columna “Glosario del Momento”, que firmaba con el seudónimo de Ferreiro Castelar y que publicaba en el Diario de Xalapa, era lectura obligada.
A principio de los 70 tuve contacto por primera vez con él cuando una noche me llamó a la redacción del Diario del Sur de Acayucan para pedirme que le compartiera la información que tenía sobre disturbios que habían tenido lugar en Jáltipan secuela del resultado de una elección. Una turba había quemado incluso inmuebles incluida una radiodifusora. Entonces, columnas volantes (una especie de policía rural) de Seguridad Pública y elementos del Ejército impusieron prácticamente el Estado de Sitio. Gracias a un comandante policiaco que se había hecho mi amigo, Florencio Mazaba Campechano, fui el único periodista que pudo entrar a la ciudad; lo hice en medio de elementos de seguridad. Con ellos recorrí la población, fui testigo de los daños pero también de las acciones policíacas, que llevaron a muchos a la cárcel. Froy no esperó a que redactara mi información cuando por fin me localizó por la noche (entonces no nos imaginábamos que iban a existir los teléfonos celulares), le narré todo, él redactó la nota que apareció con mi nombre al día siguiente en el Diario de Xalapa a ocho columnas.
En 1974 la vida me llevó a conocerlo personalmente cuando llegué como reportero a “El vocero de la provincia” y él era el Subdirector.
Por una bendición de Dios me adoptó desde entonces, me ayudó a sobrevivir económicamente porque el director del Diario tardó cuatro meses en recibirme, platicar conmigo y autorizar que me pagaran, y a su lado aprendí el valor de la humildad, de la modestia, de la discreción, de la sencillez (no sé si lo honro con mi comportamiento ahora). Definió mucho mi manera de ser. Él era un verdadero santón, en el mejor sentido del término, no solo del periodismo veracruzano sino incluso de la vida pública de Veracruz.
Pero nunca (al menos durante todo el tiempo en que estuvimos juntos) alzó la voz, ni actuó con actitudes de prepotencia, de arrogancia, ni permitía ninguna arbitrariedad. Todo lo pedía por favor, incluso a veces hasta paternalmente y en su relación con los políticos, que lo buscaban tanto como al gobernador, era de absoluto respeto. Al anochecer era común que a su escritorio se sentaran lo más importantes políticos, lo que siguió ocurriendo cuando fundó el semanario Punto y Aparte.
Lo admiraba Reyes Heroles
El Premio Nacional de Periodismo derivó de la gran admiración que le tenía otro de los grandes veracruzanos de la historia: don Jesús Reyes Heroles, el gran ideólogo y liberal tuxpeño, mexicano, entonces Secretario de Gobernación. Le admiraba su memoria prodigiosa, su inteligencia, su cultura, su talento, su conocimiento de la cosa política, de la ciencia política. En esencia era un verdadero politólogo a la altura de otros dos grandes veracruzanos o con raíces veracruzanas de su tiempo: Ángel Trinidad Ferreira y Francisco “Pancho” Cárdenas Cruz, quienes firmaban la columna “Frentes Políticos” de diario Excelsior, cuando “Frentes Políticos” era “Frentes Políticos”.
Pero incluso a esos grandes les ganaba las exclusivas, como cuando desde Xalapa, desde la redacción del Diario de Xalapa, se anticipó a todos y dio a conocer el gabinete que acompañaría al presidente José López Portillo. Recuerdo aquella noche cuando le llamó “Pancho” Cárdenas (y muchos políticos del altiplano) para preguntarle cómo lo había sabido cuando ni siquiera en la capital del país, en el centro de los poderes, nadie tenía ninguna información. Al día siguiente, con la firma de Pancho, Excelsior publicó los nombres del gabinete completo dándole todo el crédito a Froy como el autor de la exclusiva.
No era un periodista cualquiera. Por eso en una visita al Estado, Reyes Heroles lo invitó (y lo distinguió) para que se fuera con él de Xalapa al puerto de Veracruz, donde quería comer un “caldo largo” de pescado, ocasión que aprovechó para hacerle una entrevista exclusiva. En el puerto entrevistó también por aquella época al poeta nacional de Cuba Nicolás Guillén, autor del famoso “Sóngoro cosongo” (Héctor Lavoe musicalizó a ritmo de salsa la letra) y del libro de crónicas Prosa de prisa del que derivé el nombre de esta columna: Prosa aprisa, que en esencia significan lo mismo.
Rechazó un Doctorado Honoris Causa
Cuántas cosas qué recordar de Froy. Como cuando se negó a aceptar la propuesta del entonces gobernador Rafael Hernández Ochoa para que el Gobierno del Estado le rindiera un homenaje con motivo de su Premio Nacional de Periodismo, o como cuando tampoco aceptó que el entonces rector de la Universidad Veracruzana, Roberto Bravo Garzón, le otorgara un Doctorado Honoris Causa por su valía, por todos los méritos que poseía, o como cuando no aceptó el ofrecimiento del gobernador Fidel Herrera Beltrán de financiarlo para que comprara toda la maquinaria necesaria a fin de que pusiera un periódico (“Un gran periódico, Froy”) (siempre pensé que si hubiera estado totalmente bien de salud no hubiera aceptado tampoco la medalla Ruiz Cortines que le entregó el Congreso del Estado en 2013, porque no le gustaban los reflectores y rehuía la fama; era muy modesto y totalmente carente de vanidad no obstante saberse bien quién era).
Siempre me admiró su prodigiosa memoria, pues hacía largas entrevistas cuando no existían las grabadoras y no tomaba apuntes tampoco. De memoria, las transcribía de memoria.
Del Diario de Xalapa pasamos al semanario Punto y Aparte donde colaboraron grandes plumas como Paco Ignacio Taibo I (padre), Raúl Prieto “Nikito Nipongo”, el grabador mexicano Alberto Beltrán, el escritor Tomás Mojarro, Huberto Batis y un largo etcétera, y por donde pasaron personajes y colaboradores como Gabriel García Márquez, Kasia Wyderko, actualmente corresponsal de Televisa en París (de hecho se inició en el periodismo en Punto y Aparte), el poeta y periodista Miguel Molina, que brilló en la BBC de Londres y hoy lo hace en Holanda, y también un largo etcétera. Con él y por él conocí en la Ciudad de México al gran pensador mexicano Alejandro Gómez Arias, el ideólogo de la autonomía de la UNAM y el primer gran amor de Frida Khalo, quien estaba con ella aquel 17 de septiembre de 1925 en el camión que un tren aplastó y que marcó la tragedia de la pintora. En un artículo de marzo de 1990 (CONOCER LA PEQUEÑA HISTORIA, INTERPRETAR LA REALIDAD: BUSQUEDA Y FIN DE ALEJANDRO GOMEZ ARIAS), publicado en la revista Proceso, Carlos Monsiváis apuntó. “Es muy profunda la relación entre ambos Cuando él está de viaje, ella le escribe: ‘El 17 hará dos años de nuestra tragedia, yo sobre todo la recordaré buten, aunque es estúpido ¿no? No he pintado nada nuevo, hasta que tú vuelvas Ahora las tardes de septiembre son grises y tristes A ti te gustaban tanto los días nublados en la Preparatoria, ¿te acuerdas?’”
García Márquez reconoció su semanario
García Márquez concedió una entrevista exclusiva a Punto y Aparte que Froy le concedió el honor a la reportera Azucena Valderrábano que se la hiciera. En el propio edificio de nuestro semanario, Gabo dejó un mensaje de su puño y letra: “¡Qué bella sorpresa, encontrar en Xalapa un periódico que es sin duda uno de los más interesantes y sin duda el mejor presentado de México! Me refiero, por supuesto, a PUNTO Y APARTE”.
Contemporáneo y amigo de Sergio Pitol, de Enrique Florescano, de Gonzalo Aguirre Beltrán, de Roberto Williams, de Félix Báez-Jorge, de Carlo Antonio Castro y de tantos veracruzanos ilustres, Froy fue, igual, un gran lector. En 1992, de viaje por Europa, le traje de Madrid un ejemplar de El oficio de vivir de Cesare Pavese, que acaba de salir de la imprenta. Fue un libro que leyó y que leía y releía, así como La voz de las cosas de Margarite Yourcenar, que convirtió en su libro de cabecera y que releía todas las noches. Otro libro imprescindible para él fue El mito de Sísifo de Albert Camus.
Con su partida se perdió una gran parte de la historia de la vida política de Veracruz en la segunda mitad del siglo pasado. Siempre lo animamos a que escribiera sus memorias, todo lo que había vivido cerca de los hombres en el poder (como el famoso “Carbonellazo”). Muchas veces hicimos planes de que me iría dictando sus apuntes, pero nunca se decidió a revelar todo lo que sabía. Sus razones tuvo.
Fue un gran ser humano
Pero, decía al inicio, fue un gran ser humano. Practicó hasta el límite la solidaridad. Ayudó a cuánto pudo, sobre todo a que les dieran trabajo cuando no un cargo. Muchos se olvidaron de él apenas logrado su objetivo. Pero entendía muy bien la condición humana y una enseñanza que me queda de él es que sabía que nadie es perfecto y que así como se tienen fallas, defectos, lados negativos, también lados positivos que deben ser puestos por encima de todo y sacarles provecho para el bien de las personas.
Como jefe fue como pocos. Nos pagaba nuestro sueldo y nos daba como trabajadores todas las prestaciones de ley, e incluso en forma extra nos ayudaba lo mismo para becas que para viajes, para nuestras necesidades más urgentes, nos daba nuestra comisión por alguna publicidad contratada en las fuentes que cubríamos, muchas veces sin que se lo pidiéramos. Estaba pendiente incluso de nuestras familias.
Benjamín Domínguez, Rafa Hernández, Manuel Regis, Miguel Valera, González Levet, Miguel Molina, Odila Romero, Luis Gastelum, Raymundo Nuñez y muchos, muchísimos más, de alguna manera quedamos huérfanos, en especial Sergio Nuñez, quien fue el hijo que estuvo fiel siempre a su lado y hasta el último segundo de su existencia e incluso en la madrugada de ayer velándolo hasta despedirlo en el cementerio. En su nuevo viaje se va a encontrar seguramente con Noé Valdés, otro de los cercanos y de confianza de él. Se fue nuestro gran tutor. Descanse en paz. Mi recuerdo imperecedero para Froy. A su esposa Tita Souza, mi abrazo y mi solidaridad. |