Prosa Aprisa.
Arturo Reyes Isidoro.
 

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Vitorea AMLO a Cuitláhuac pero no a Azueta ni a Uribe
2019-04-23

Bien lo dijo el poeta Ramón de Campoamor: “Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira”.


En su cuarta visita al Estado en apenas cinco meses en el gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador elevó a la categoría de héroe de la patria al gobernador Cuitláhuac García Jiménez.


El hecho puede ser visto y juzgado desde la perspectiva chaira o bien desde la fifí, todo de acuerdo con el cristal con que se mire. Unos lo celebrarán a gritos, otros lo criticarán a rabiar. Pero como dijera el propio prócer chocojarocho hay que serenarse, y analizar las cosas fríamente (al menos eso es lo que pienso).


Desde el punto de vista político es aceptable que venga a echarle porras a su pupilo, pero hay de espacios a espacios para hacerlo. No es lo mismo hacerlo en un mitin político o en un acto de entrega de apoyos sociales (que es otro tipo de mitin político), que en una ceremonia protocolaria para conmemorar un hecho histórico y rendirle tributo a veracruzanos, a mexicanos que dieron su vida por defender el territorio nacional. 


El 21 de abril de 1914, a las 11:00 de la mañana, marinos norteamericanos desembarcaron para invadir el puerto de Veracruz. Al retirarse a Tejería los batallones mexicanos que estaban acantonados en la ciudad bajo el mando del general Gustavo A. Maass, solo se quedó personal que estaba comisionado en San Juan de Ulúa y en la Escuela Naval Militar (entonces en el puerto, ahora en Antón Lizardo). La plaza quedó prácticamente desprotegida.


El comodoro Manuel Azueta ignorando que Maass se había retirado, salió a ponerse a sus órdenes; al no hallarlo se regresó pero se encontró con que repuesta de la sorpresa, la población estaba armándose con lo que podía para combatir al invasor y entonces se apresuró para arengar a los cadetes a unirse con el pueblo y salir a luchar.


Uno de los primeros en caer herido fue Virgilio Uribe y más tarde también José Azueta, hijo del comodoro Manuel Azueta, quien no quiso dejar solo a su padre en la batalla. Murieron después. El escritor veracruzano José Mancisidor narra en forma novelada, en su obra Frontera junto al mar, aquel gesto heroico del pueblo veracruzano.


Esa gesta heroica es la que se honra cada 21 de abril, por tradición en la Escuela Naval Militar con la presencia del presidente en turno. Ahora le tocó por primera vez a López Obrador.


El domingo, ya casi para terminar su intervención, AMLO le dedicó dos párrafos al gobernador García Jiménez.


Dijo que una ventaja que se tiene “enorme”  para combatir la violencia y la inseguridad es “que en Veracruz hay un gobernador honesto”. 


Con el agregado de que “es un gobernador inteligente, con convicciones y, sobre todo, honesto, un hombre bueno, no de malas entrañas. Y eso importa mucho para garantizar la paz y la tranquilidad a mis paisanos veracruzanos y en todo el país”.


Hasta ahí, todo pasable (eso creo). Pero llegó el momento del remate y se puso a lanzar vivas: a la Heroica Escuela Naval Militar, a la Secretaría de Marina, a la Secretaría de la Defensa Nacional, a México, al pueblo y ¡a Cuitláhuac!, pero no a los Azueta ni a Uribe ni a tantos otros que sí lo merecían. Lo elevó a condición de héroe, pues, incluso por encima de Manuel y José Azueta así como de Virgilio Uribe a quienes ni vitoreó. ¡Uf!


Pero como dice el dicho, no tiene la culpa el indio. El gobernador García Jiménez no es el responsable de tal deshonra a los héroes patrios y de la exaltación de su figura. Seguramente ni él mismo se esperaba que fuera a suceder. Pero sucedió y AMLO lo metió en una monumental bronca, porque lo subió a un pedestal como un héroe cuando apenas lleva cuatro meses en la gubernatura y no se sabe cómo terminará como gobernador, esto es, si hará buen o mal gobierno y tendrá o no la aceptación del pueblo.


Los chairos dirán que lo tiene bien merecido, los fifís que es una insolencia. El tema queda para el debate y para animar las mesas de café lo mismo del puerto jarocho que de Xalapa, Córdoba, Orizaba, Huatusco y Coatepec (ciudades en donde más se toma el aromático y hay lugares agradables para hacerlo), pero lo cierto, lo único cierto es que le dejó encima una pesada losa (creo que más que la que cargó el Pípila) porque ahora Cuitláhuac tiene que cuidar hasta su modito de andar ya que tiene que honrar su figura de héroe del 21 de abril de 2019.


Qué cosas. Antes de que haga todos los méritos (los milagros como los santos de la Iglesia), antes de que lo beatifiquen en la Legislatura por todos sus merecimientos y antes de la ceremonia formal con toda la pompa que el caso requeriría para canonizarlo y santificarlo, su jefe político se adelantó y ya hasta lo honró en una de las más significativas ceremonias del calendario histórico de México (ya me imagino la cara de incredulidad y hasta de espanto que han de haber puesto los comandantes de la Marina cuando se quedaron y reunieron a solas).


Cosas de la Cuarta Transformación.


Y regresa el viernes


Ya ayer lunes, el presidente abrió su conferencia mañanera en el puerto jarocho anunciando que regresa el viernes a Minatitlán (por segunda vez en apenas dos meses y medio), esta vez por la masacre que enlutó a los minatitlecos pero en general al pueblo veracruzano, y que el sábado va a Coatzacoalcos, hoy un pueblo fantasma (le dedicaré una columna al tema).


¿Qué tan grave es la situación de violencia e inseguridad, aparte de lo que ya sabemos todos en la geografía veracruzana, como para que haya decidido retornar de inmediato? ¿Qué le informaron la tarde del domingo cuando se quedó en la ciudad de Veracruz y ahí pernoctó? ¿Qué reportes recibió ayer a temprana hora en la reunión de seguridad antes de su conferencia de prensa?


Cada gobierno tiene sus propias circunstancias, pero hay cosas que no cambian. Pasé la friolera de 30 años en la función pública y con dirigentes políticos y vi, supe y participé en la planeación de giras de trabajo, en la confección de las agendas de trabajo, y se daba preferencia a los lugares donde había problemas. No se iba a donde todo estaba bien.


Con la del fin de semana que viene será la quinta visita de López Obrador al Estado (el 2 de diciembre estuvo en Xalapa; el 1, 2 y 3 de febrero en Minatitlán, Acayucan y Córdoba, respectivamente; el 29 y 30 de marzo en Poza Rica y Tuxpan y Tantoyuca, respectivamente; el 21 y 22 de abril en Alvarado (Antón Lizardo) y Veracruz, respectivamente, en promedio una por mes.


¿Será porque sabe que las cosas están mal en Veracruz? ¿O porque le gusta mucho el Estado y viene por mero gusto? ¿Dobleteará en Minatitlán porque sabe que hay ahí una fusión con la cultura oaxaqueña y se disfruta también del totopo, el queso, la crema, el camarón seco? ¿Qué supo, qué le dijeron, qué reportes tiene del sur de la entidad? Nunca en la historia del país un presidente había visitado tanto Veracruz y en periodos muy cortos. ¿Sus visitas frecuentes corresponden a la proporción del tamaño de los problemas de este sufrido y aguantador pueblo veracruzano?

 
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