Fue sustituida la institucionalidad por la casualidad y una aparente apertura social. El manejo presupuestal tomó nuevas formas y destinos, y la verdadera lucha contra la corrupción y el nepotismo nunca se fue.
Aquí la pregunta obligada es saber si eso es lo que realmente la ciudadanía esperaba de la nueva oferta política. Saber si el pueblo está satisfecho a cabalidad con las grandes decisiones de los centros de poder o simplemente con azoro observa el regresó a lo mismo, a la misma gata pero revolcada que en paralelo nos deja esa vieja lección de que el poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos.
Hace varios años, el psicólogo Piero Rocchini, en “La Neurosis del Poder”, contaba sus experiencias durante la década que pasó atendiendo clínicamente a numerosos legisladores italianos y uno de los hallazgos más reveladores que encontró es que algunos de ellos, los tontos con poder, incorporados tardía o equivocadamente a la política, pretendían que éste, el poder, resolviera su déficit de personalidad, sus complejos, su falta de formación intelectual, las fibras del resentimiento o su nula experiencia en asuntos públicos.
Según el estudio, esos parlamentarios usaban además los cargos para crearse una imagen, tan falsa como maniquea, de que ellos eran los buenos y el resto del mundo los malos.
Acaso, ¿Eso es lo que México está viviendo? ¿Eso es lo que sucede en Veracruz?
Ya nos recordaba don Fernando Gutiérrez Barrios que “gobernar exige experiencia, serenidad y vocación; gobernar es sobre todo tener la mirada y el oído alertas, gobernar es oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados y mucho menos los improvisados soberbios”.
También viene muy a cuento ese artículo escrito por el versátil periodista porteño Luis Ramírez Baqueiro, quien disecciona las características de “un gobierno incompetente e incapaz” como el que estamos viviendo en Veracruz.
Sostiene que “Veracruz necesitó tan solo cinco meses –ya van siete- para confirmar lo que todos suponían, que el actual Gobierno Estatal es incompetente e incapaz”.
Y lo atrevido de esta afirmación no sale de boca de un servidor, precisa Baqueiro, sino de una autoridad municipal, como lo es el alcalde de Zongolica, Juan Carlos Mezhua Campos, al afirmar que en la entidad existe ausencia de gobierno y de coordinación entre poderes e instituciones.
Dicha declaración se da en el marco del asesinato de la alcaldesa de Mixtla de Altamirano, Maricela Vallejo Orea.
“Ante ello, prosigue en su argumento el periodista, recordé que una forma de corrupción muy frecuente en la presente administración federal y estatal es afirmar que todos son honestos e incapaces de atentar contra la sociedad, dejando de lado su incapacidad para gobernar”.
El punto es que lo que estamos presenciando como sociedad es lo que se denomina “Efecto Dunning-Kruger” el cual se define como un “sesgo cognitivo”, según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas, midiendo incorrectamente su habilidad por encima de lo real.
Este sesgo se explica por una incapacidad metacognitiva del sujeto para reconocer su propia ineptitud.
Concluye pues que “la ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento”, como ya en su momento lo habría previsto el propio Charles Darwin. Su hipótesis es que, en una habilidad típica que los humanos poseen en mayor o menor grado es que “los individuos incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad e incapaces de reconocer la habilidad de otros”.
Se confirma por tanto que la ignorancia es atrevida. Que la incompetencia se protege bajo el escudo de la incapacidad, y con ello que también es una forma de corrupción el decirse tan honestos e incapaces de faltar a la sociedad, cuando lo verdaderamente grave es no reconocer que no saben, no pueden y están sobrados para ello.
Pero como nadie aprende en cabeza ajena, menos los morenos, pues a beberla o derramarla.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional del Periodismo |