Es Edith Berlín quien conjuga su singular belleza veracruzana con ese talento nato.
Es la misma Edith que eterniza para la memoria del imaginario colectivo veracruzano, obras de personajes que hicieron historia como Rafael Murillo Vidal, Guillermo Zúñiga y Rafael Guizar y Valencia.
¿Quién que haya ido a Alto Lucero, no ha observado el monumento a don Fernando Gutiérrez Barrios o llegar a Coatepec, justo en la glorieta Coatepec-Xico, donde está colocado el busto del destacado intelectual y humanista con José Iturriaga Sauco?
Edith Berlín, proviene de los barrios más emblemáticos de la capital veracruzana donde nació y cursó sus primeros estudios de primaria, enseñanza media y los primeros años de la licenciatura en Derecho.
Mujer de singular personalidad en donde no se sabe cuál es su mejor prenda, si su natural belleza o su extraordinaria alegría por la vida, amén del talento, fue alumna del maestro Ernesto Jorajuria en dibujo y pintura, así como del maestro Mayo Abitia en dibujo anatómico.
Y como todo en la vida, para proyectar talento y dejar huella hay que prepararse por horas, días, semanas, meses y años, muchísimos años.
Es el caso de Edith Berlín, quien previo a sus cursos en la materia y diplomados en Historia del Arte de la Academia Mexicana en la Ciudad de México y en la Universidad de Xalapa, se aplicó en la escultura en barro y terracota con Saúl Moreno, sin dejar la Academia de San Carlos.
De ahí salieron sus primeras obras hasta llegar a las monumentales obras de cuatro metros de dos toneladas de peso.
Quienes conocen a Edith saben que esta hermosa mujer se interioriza tanto en su trabajo que no solo sueña con sus obras, sino que también dialoga con los personajes que forja.
Por ello al contemplar cualquiera de sus obras pareciera que el bronce cobra vida.
Cuenta Edith que en alguna ocasión chachareando por la Zona Rosa en el viejo Distrito Federal, en charla con los comerciantes de la zona le encargaron una fuente.
Debería ser de tamaño natural.
De ahí surgió la emblemática “Armonía”, que representa una sirena escoltada por dos delfines. La Zona Rosa, ya mismo, no se podría entender sin esa estatua.
La destacada veracruzana, luego de vivir una parte de su vida en la ciudad de México, regresa a Veracruz para avecindarse en la tierra de los dioses, Coatepec, desde donde proyecta obras que marcarían la vida de la escultura en México.
Su obra, “Justicia” se seleccionada por la Facultad de Derecho de la UNAM, como Premio “IUS”, que se otorga a los maestros más destacados en la jurisprudencia.
¿Qué más?
La escultura “Alas de Libertad” de tres metros y medio ubicada en la “Ruta de la Amistad”, del Anillo Periférico. Con el mismo sello queda para la posteridad la escultura “Sabiduría Eterna”, seleccionada por la Editorial Porrúa para la portada del libro “Política y Derecho en Nuestro Tiempo”.
Edith, de toda su vida reina de la belleza, casó a temprana edad con el Secretario de Gobierno más joven que ha dado Veracruz, el doctor Francisco Berlín Valenzuela. Eso fue en la época de don Rafael Murillo Vidal, hoy eternizado en un monumento a su memoria colocado en la avenida del mismo nombre en Xalapa.
Es madre de tres, dos varones y una mujer y amiga de todo aquel o aquella que se acerca a alternar con ella para evocar obras como la “Justicia”, escultura de tres metros colocada en el Palacio de Justicia de la Ciudad de Cancún, en Quintana Roo, así como también en el Palacio de Justicia de Xalapa.
Quedan asimismo para la historia plasmada en bronce, ilustres veracruzanos como el padre Juan Martín del Campo, el ingeniero Luis G. Rendón, el doctor José Luis Sánchez Gil y esa hermosa escultura de cuatro metros que representa “La Bella Xalapa”, ubicada en el Fraccionamiento “La Loma”, en Xalapa.
Para Edith todo ha sido como un sueño de plastilina de más de cuatro décadas que trasladada al bronce hace que trasciendan a la eternidad.
Es Edith, solo Edith en el clímax de su talento.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |