Este fin de semana se celebró en esa región un festival artístico organizado por la Secretaría de Turismo estatal –y del que nadie se enteró tampoco, ante la ausencia de promoción-, al que Magnolia Moreno aludió en su publicación en su red de Instagram, en la que además aparece vestida de manera casual y ligera, como quien está vacacionando y no trabajando.
De inmediato, una captura de pantalla de la imagen comenzó a circular, dando por sentado que la funcionaria se había desplazado a aquella región en el helicóptero oficial, contraviniendo las disposiciones de “austeridad republicana” que enarbolan los gobiernos surgidos de la llamada “cuarta transformación” y usando la aeronave para su disfrute personal, cuando se supone que su función exclusiva es apoyar en tareas de protección civil, seguridad pública y salud.
La tunda en redes sociales y medios de comunicación no se hizo esperar. Pero lo que sí tuvo que esperar aproximadamente entre siete y ocho horas fue la respuesta del gobierno, que por supuesto rechazó que “la aeronave BELL 407, matrícula XC-CTZ, haya sido usado (sic) para el traslado personal de una servidora pública al evento Costa Esmeralda Fest 2019, como se ha difundido en medios de comunicación”, de acuerdo con un escueto boletín emitido hacia las seis de la tarde.
Incluso, difundieron la bitácora de vuelo del helicóptero, en la que se señala que quienes se trasladaron en el mismo fueron el piloto y dos elementos de la Fuerza Civil de la Secretaría de Seguridad Pública. Información que siempre estuvo en poder de las propias autoridades, pero que por alguna incomprensible razón tardaron prácticamente todo el día en dar a conocer, mientras los despedazaban en las redes.
No es la primera vez que algo así sucede. Ante el escándalo por el nepotismo en que incurre el gobernador Cuitláhuac García al tener a su primo hermano Eleazar Guerrero como subsecretario de Finanzas y Administración de su gobierno, la respuesta oficial inicial fue la misma: el silencio. Si “aclararon” algo –con la desafortunada referencia a la abuela de ambos- fue porque los medios los obligaron al preguntárselo directamente al titular del Ejecutivo.
Si bien comparten su animadversión por los medios y los periodistas, a diferencia del gobierno federal, donde tienen muy clara la importancia de la comunicación y la usan para buscar imponer su agenda –perversamente, pero la usan-, en la administración de Cuitláhuac García no parecen tener la menor idea de para qué sirve. Y lo peor, no parece importarles en absoluto.
Una máxima de la ciencia política aplicable en todo momento es que “gobernar es comunicar”. Lo cual no está en el radar de funcionarios que ni siquiera cuentan con el perfil profesional necesario para desempeñar sus cargos.
Y el verdadero problema es que así como comunican, gobiernan.
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