No hay que ser muy sesudo para concluir que tras la crisis, una mano negra está detrás de todo este intríngulis.
Rápido, muy rápido aprendió Andrés Manuel López Obrador el juego de la caja china para distraer a la ciudadanía de los problemas sustantivos que vive la nación.
Ante la caída de las finanzas públicas producto de una profunda fisura gestada entre chairos y servidores públicos eficientes, persiste el empecinamiento presidencial por retener recursos destinado a programas sociales.
Al descontento ciudadano se suma la acelerada pérdida de popularidad del presidente.
Es por ello que a la desesperada se acude a inventos mediáticos como distractores sociales. Por ello es que a estas alturas siendo gravísimos los temas del aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya, la cascada de despidos a nivel nacional y la tozudez de una Guardia Nacional parchada de poco sirven.
Acaso por ello la emergencia es como seguir ganando elecciones... ¿Cómo parar en seco la caída en vertical de la popularidad del Peje? ¿Cómo refrendar la supremacía para las elecciones intermedias por la vía de la llamada Cuarta Transformación es el reto?
Ganar reelección tras reelección es la prioridad.
Está claro que los temas Salinas y Peña Nieto, son recursos presidenciales desesperados ante el descrédito ciudadano. Y es que si bien hay acuerdos de impunidad pactados con ambos romper con ellos para un presidente como AMLO, es simple, ya que lo urgente es mantenerse en el poder cueste lo que cueste.
A la par lo de los dos Duartes –el de Veracruz y el de Chihuahua- suena a tongo.
El jarocho grita y denuncia contra Peña y su secretario de Gobernación, Osorio Chong, por consigna; habla de millonadas que le dio el hoy ex presidente para entregarlas al titular de la PGR, ilógico, y amenaza con desnudar toda la ratería federal y estatal.
Hoy rompe el silencio cuando está a punto de ganar un amparo que lo pondrá en libertad. Cumplir el mandato presidencial. Pagar el costo amenazando con soltar la lengua. Acatar al mandato supremo de echar mierda al pasado y montarse en la exigencia de “yo ya pague, les toca a ustedes pagar”.
Mientras el de Chihuahua anda de pelada pero ya lo tienen ubicado.
En paralelo las autoridades federales detienen a amigos y socios de los emisarios del pasado como Juan Collado, para advertir que ya están cerca de los peces gordos.
Así es como juegan a la telenovela.
Para el caso Veracruz, la tragedia es peor. Qué hacer de cara a la ineptitud, a la parálisis que vive la entidad, a la retención del recurso público al observar con azoro como todo el dinero de los veracruzanos se lo está llevando el Peje.
Veracruz ya no aguanta más ese cuento de que todo es culpa del pasado o que todo lo que nos pasa es por el Fiscal General, Jorge Winckler.
La economía necesita reactivarse.
Se requiere del flujo financiero para reavivar la cadena productiva, así como parar el seco los despidos masivos… y lo urgente: el cambio de baraja.
Es el momento de que los tontos se abran y den paso a la inteligencia, al manejo político, a la solución de los problemas políticos y sociales y que de verdad se apliquen en los temas de seguridad pública.
Ya no más acuerdos y negocios en lo oscurito con los siete cárteles que nos tienen de rodillas.
Si de verdad se quiere evitar el estallido social es momento de modificar las políticas públicas, pedir se haga a un lado el mandamás de Veracruz y se vaya con toda esa caterva de incompetentes.
Tiempo al tiempo.
Pd.- Esta columna se dejará de escribir unos días con motivo del periodo vacacional, gracias por la preferencia.
*Premio Nacional de Periodismo |