Eso de que Fidel Herrera se entendía con los Zetas al igual que Javier Duarte y que Miguel Angel Yunes Linares estaba en disputa con los dos grupos delincuenciales inclinándose por el Cartel “Jalisco Nueva Generación”, no solo es grave por el tamaño de las acusaciones, sino peligroso para su propia seguridad.
Y es que ahora no solo tiene que probar que es cierto ese vínculo criminal ante una autoridad, sino ante el “eso ya se acabó, no pactaré con ningún grupo criminal” –frase bonita para un discurso no para la realidad- crispa la disputa territorial entre cárteles y huachicoleros que llevan más de 15 años asentados en territorio veracruzano.
Se desconoce bien a bien si Palacio Nacional está preocupado por la novatez del gobernante, pero no hay la menor duda que para la opinión pública los lances de este imberbe e impreparado han desatado, a ocho meses de gobierno, una lucha sin control por el poder criminal.
Ya por lo pronto de acuerdo a versiones periodísticas, sus archienemigos emanados del PRI y PAN decidieron hacer a un lado sus diferencias, y formaron un frente común para contratar un bufete de abogados capitalinos que encauce una demanda en su contra por las acusaciones que les hizo de haber pactado con los narcos sin haber aportado alguna prueba.
Cuitláhuac García olvidó las viejas enseñanzas del ejercicio del poder en donde el principio de seguridad nacional lo era todo, en donde las tareas de inteligencia daban el equilibrio al ejercicio del poder, y las acciones contra los criminales no se cantaban.
El gritar en entrevista banquetera que Fidel pactó con los Zetas de quienes recibió miles de millones de dólares, siendo ciertas, levanta a los muertos de los panteones.
El sostener que Javier Duarte se entendía primero con los Zetas y luego con el Cartel Jalisco Nueva Generación en el pasado no quiere decir que en el presente esa relación esté muerta máxime que parte de esa delincuencia sigue incrustada en las esferas del poder.
Y echarse un tirito con Miguel Angel Yunes Linares, quien está comprobado tiene un eficaz perro de presa al frente de la Fiscalía General de Veracruz, no es cosa fácil.
Eso de usar los medios para señalar que “Yunes pactaba con el crimen organizado” y que “los dejó actuar” es riesgoso para su propia integridad física, al igual que sus temerarias afirmaciones de que “el fiscal está encubriendo a personajes como El Lagarto”.
Ya mismo no se sabe que piensa “El Lagarto”, pero sí que para aguarle la fiesta los tres exgobernadores inodados le van a poner las peras a 20 en la ya complicada tarea de gobernabilidad que trae encima.
Pero además es un hecho que la propia denuncia del mandatario no basta para que los grupos criminales se escondan o se vayan de Veracruz; por el contrario, es previsible que se atrincheren y definan nuevos territorios a los tradicionales en disputa.
Y para el caso de Fidel, Javier y Miguel Angel representa una oportunidad de oro para hacer bueno ese pacto o compromiso criminal que acusa Cuitláhuac ya que al final de cuentas estamos hablando de narcopolítica, de disputa por el poder, de aprovechar la novatez de Cuitláhuac para arrodillarlo y para dividir aún más a su gobierno.
Las ocurrencias nunca serán lo mejor para quien gobierna al madrazo o para quien lo hace tratando de imitar al jefe quien tampoco es el mejor modelo.
Los seis cárteles que admite el gobernador operan en Veracruz son una realidad. Y no hay cómo pararlos. Y no hay infraestructura. Y “no tenemos capacidad operativa —reconoce el mandatario— para enfrentar al narcotráfico”.
Tal como afirma el columnista Mussio Cárdenas es muy grande la silla para el diminuto el gobernador que se retrata grotesco ante la creciente inseguridad “situando Veracruz en el pódium de la criminalidad, primerísimo lugar en secuestro, primerísimo espacio en homicidios dolosos”.
“No tenemos capacidad operativa”, dice Cuitláhuac.
Es la selfie del caos.
Y suma uno más, el “Cártel del Siglo”, cuya aparición se da al estilo de los violentos: un auto compacto a pie de carretera, entre Coatepec y Xalapa, la capital de Veracruz, sangre que escurre de su interior, dos cuerpos, dos cabezas desprendidas y un mensaje amenazador.
A este paso Cuitláhuac seguirá empedrando su propio camino al infierno.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo |