La política en tacones.
Pilar Ramírez.
 

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Baño de pueblo, funfionarios
2019-10-23

Según diversos medios, los hechos violentos en Culiacán, a consecuencia del intento de arrestar al hijo del Chapo Guzmán, han polarizado las posturas en relación con las decisiones adoptadas por el gobierno federal, concretamente, liberar a Ovidio Guzmán. Desde la comodidad de nuestra casa, de nuestra sala, desde el teclado de computadora en una redacción o en el estudio donde redactan sus escritos los autores de los géneros de opinión, o frente a un micrófono en un lugar en el que se está totalmente a salvo es fácil enjuiciar al Presidente y vaticinar el futuro político de algunos miembros del gabinete.


            Me estremeció, sin embargo, un mensaje de Facebook escrito por una señora a los que consideran que se debió haber actuado con mano dura “es fácil pedir más sangre si quienes están en medio de las balas no son de tu familia o tu casa”. En realidad, encontré muchos comentarios de este tipo en diversos tonos. Es cierto, nos gusta hacer el análisis político, criticar la estrategia. Bien, puede ser criticable, pero en el momento mismo de la violencia era necesario que alguien pensara en la gente que tenía que correr para escapar de las balas. Todos los que se dedican a dar declaraciones no tienen idea del terror que vivieron esas personas.


            En general, así es siempre, nos gusta hablar de los problemas generales pero no del que tenemos más cerca. Nos enteramos de amigos o parientes que se ven obligados a cerrar sus negocios debido a la extorsión, pero eso mejor lo callamos, no nos vaya a tocar. Hablamos sobre la violencia, pero no hemos escuchado el testimonio estrujante de un padre o una madre que tiene un hijo desaparecido o muerto. Yo sí y es verdaderamente aterrador.


            Eso no quiere decir que las autoridades están exentas de responsabilidad, al contrario, lo que hizo el gobierno federal: pensar en la gente, en el ciudadano común frente a un gran riesgo se debería dar a muchas escalas.


            A los políticos y funcionarios les hace mucha falta un buen baño de pueblo, pero uno de verdad. Que se suban a un colectivo, que traten de caminar en la calle, de madrugada y solos (sin camionetas y sin guaruras), que manejen su auto en una noche lluviosa y se caigan en todos los baches que pueblan las calles como las de Xalapa y Coatepec, sólo por poner un ejemplo, pues no tienen la exclusividad. A ver si saben qué días y a qué horas pasa el camión de la basura por su calle, pues no es diario. Y si hay basura echándose a perder hay que aguantarla dos o tres días. Que pudieran acompañar a una madre de familia para que vea los malabares que hace para llevar a sus hijos a la escuela y correr al trabajo para que no le descuenten del salario que suele ser menor al de un hombre que hace lo mismo que ella. Que trataran de vivir con lo que gana, no un obrero, eso ya lo tomarían como crueldad innecesaria, con lo que gana un oficinista o un analista, un reportero, eso sí tendríamos que verlo. Que pudieran hablar con un derechohabiente del IMSS que sufre las consecuencias de una mala praxis o de la falta de atención “porque ya se cerró la agenda” y no hay más consultas con especialistas o cirugías sino hasta dentro de seis meses. Con los automovilistas que se ven involucrados en incidentes de tránsito y el asunto queda como una responsabilidad exclusivamente personal, cuando en realidad el tránsito está dejado a la deriva porque, por lo menos en Xalapa, los semáforos son especies en peligro de extinción, lo cual es decir lo menos.


            Si a todas esas tribulaciones se le suma una balacera como la de Culiacán que trascendió a los medios porque involucraba a un pez muy gordito, pero que en muchas otras partes del país tienen lugar a menudo, la gente prefiere lidiar sólo con su cruz diaria, con lo cual ya tiene más que para dar y regalar, y no cargar esas experiencias extraordinarias y muchas veces de consecuencias funestas.


            Debemos comenzar a poner las cosas en su sitio, no dejar que los medios nos digan en qué pensar y cómo pensar acerca de ello. A los habitantes de Xalapa y sus alrededores nos puede preocupar lo que ocurrió en Sinaloa porque lo relacionamos con la violencia que tenemos en nuestra ciudad, pero la verdad muchas familias están más preocupadas por el dengue y porque no les alcanza para una buena atención médica. Porque no hemos visto a las cuadrillas de trabajadores fumigando las zonas agrestes, que hay muchas, ni haciendo una revisión de lugares donde puede haber agua empantanada por las lluvias de los últimos días.


            Más de dos personas me han contado una historia que ya parece leyenda urbana. Me dicen que en una ocasión, un delegado del ISSSTE en Veracruz acudió por la noche al servicio de urgencias de esa institución en la ciudad de Xalapa. Le hicieron esperar y cuando preguntó a qué hora le atenderían le dijeron que todavía faltaban cerca de dos horas porque no había médico y el asistente tampoco estaba. Preguntó por el médico de guardia y le dijeron que había salido, que esperara. Le dijo a la recepcionista que era el delegado y que le pedía localizar al médico de guardia porque la gente estaba llegando a pedir un servicio urgente. La recepcionista todavía se dio el gusto de dudar de su investidura. Cuando comprobó que era cierto corrió a llamar al médico, que no había salido sino que estaba durmiendo mientras la gente esperaba atención de urgencia. Seguramente el servicio mejoró durante un tiempo, pues como bien sabemos, el ojo del amo, etcétera.


            Entonces les sugiero a los funcionarios, políticos y dirigentes de partidos que se den un buen baño de pueblo, pero uno de verdad, no como la “ruta presidencial” con visitas programadas como las que hacen los presidentes o candidatos y todo se ve bonito y arreglado por donde pasan. Otra manera de hacerlo es no creyendo a sus jefes de prensa, den un paseo online, entren a los grupos y vean los temas que le preocupan a la gente, pero además lean todos los comentarios, incluso los comentarios que generan las notas periodísticas, las más favorables o las de las plumas que pudieron comprar y las más críticas, se llevarán una sorpresa. Son viajes baratos, quizá un poco riesgosos, pero eso sí, no duden de la sabiduría popular: les dejará muchas enseñanzas.


ramirezmorales.pilar@gmail.com

 
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