Para poder comprender mejor el hecho, viene a cuenta un extraordinario artículo del escritor Carlos Aguilar Camín publicado el 17 de agosto de 2017, bajo el título de “El dedazo y la democracia mexicana”.
Ahí Aguilar Camín afirma “a veces las costumbres políticas tardan más tiempo en morir que los regímenes. Sobreviven a revoluciones y dictaduras, a guerras y a grandes cambios históricos.”
“El dedazo es una costumbre política mexicana que se niega a abandonar el escenario. Consiste en que alguien elige discrecionalmente, a dedo, por encima de asambleas o elecciones internas, a los candidatos de un partido, en particular a los candidatos presidenciales.”
Así los mexicanos y veracruzanos, hemos visto pasar frente a nuestros ojos toda una época dorada de esta práctica, misma que no se ha erradicado muy a pesar de que la 4T, juro y perjuro que nada de ese antiguo régimen habría de prevalecer en sus gobiernos.
El reclamo airado de la magistrada Yolanda Cecilia Castañeda Palmeros -aspirante a la presidencia del TSJE, con más de 35 años de experiencia judicial- encuentra justificación en ese enfado que produce el ver que años de esfuerzo y dedicación son literalmente mandados al cesto de la basura por quien gobierna la entidad.
“Aquí veo que pesa más la recomendación, que la historia jurídica, la honradez. Veracruz siempre será dominado por el dedazo, aquí no importa la capacidad, usted pasó de panzazo”, reprochó Castañeda Palmeros a la nueva presidenta del TSJE.
Antes, leyó un escrito en el que reprochó que los magistrados prefirieran a alguien que tiene 15 días en el Tribunal, en lugar de alguien que cuenta con una carrera judicial desde hace 35 años.
El reclamo de la magistrada Yolanda Castañeda llegó al extremo al espetar: “cualquier tarugo o taruga puede ser magistrado, pero ahora hay que agregarle, cualquier tarugo o taruga puede ser presidente”.
Y es que la decisión soberana que ejerce el gobernante en turno pasa sin menoscabo por encima de trayectorias profesionales para con ello hacer uso del referido “dedazo”.
De esta manera, una vez más el Tribunal Superior de Justicia -poder independiente al Ejecutivo- vuelve a entregarse en el afán de complacer al gobernante en turno, socavando su autonomía y autoridad a los ojos de una sociedad que reclama un justo actuar de sus magistrados.
Penoso y bochornoso el espectáculo, pero necesario para exhibir una vez más, que todo cambio prometido por los políticos veracruzanos, pareciera jamás llegar.
Al tiempo.
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