“Jesús no nos dice que dejemos de lado la justicia, nos dice que la forma de combatir de raíz al mal es con el bien, y que lo único que mata al odio es el amor”, me afirmó Solalinde, muy seguro de que AMLO ejecuta el plan de Dios en materia de seguridad.
Los asistentes a la marcha convocada por los LeBarón no merecieron, (a juicio de AMLO), mención alguna durante sus palabras en el Zócalo. Perdió la oportunidad de mostrarse como el mandatario de todos los mexicanos, y prefirió reafirmarse como el Presidente de sus simpatizantes.
Si bien es cierto el número de personas en el Zócalo fue mayor que el reunido en el Ángel de la Independencia, ha sido la marcha más nutrida contra AMLO hasta el momento, y el Presidente optó por continuar polarizando, más allá de buscar comprometerse con los que se sienten defraudados, entre ellos, su amigo Javier Sicilia.
Por cierto, el poeta y escritor, quien encabezará una mega marcha a principios del 2020, me dijo que “la estrategia de AMLO es totalmente ajena a la dimensión de emergencia nacional que se padece, misma que con el tiempo se hace más profunda”.
Solalinde me afirmó que AMLO hace bien al aplicar la filosofía de Jesucristo con los delincuentes: “poner la otra mejilla”. Bajo esa lógica, ¿no debería el Presidente “amar a sus enemigos”, a los que llama conservadores o neoliberales?, ¿no debería haber volteado al Ángel de la Independencia mientras estaba en el Zócalo?
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