Luego de que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez tomó el control del Poder Judicial en la persona de la magistrada Sofía Martínez Huerta no veo quién le podrá hacer frente al grupo morenista en el poder. Quien lo intente será como ponerse con Sansón a las patadas. Lleva todas las de perder.
Ya tienen todo el poder del Estado. El cuitlahuismo controla el Poder Ejecutivo, el Legislativo y también el Judicial. Cerró la pinza con lo que se hizo de todo el poder del Poder legalmente constituido.
En los hechos, volvimos a los mejores (¿o peores?) tiempos del PRI: a los de la concentración del poder.
En el siglo XX ya se tuvo otro Frankenstein, tricolor, que hacía lo que quería y destruía lo que deseaba. No había fuerza o poder que lo pudiera contener. Sus creadores, ciertamente, lo lograban controlar, pero le causó mucho daño al país y a Veracruz. Llevó poco más de setenta años acabar con él, aunque todavía tiene estertores.
Ayer, en el segundo día del segundo año del mandato actual, el gobierno cuitlahuista acabó con lo que, de alguna manera, constituía el último bastión del yunismo. Si bien al cambio de gobierno el ahora magistrado expresidente del organismo, Edel Álvarez Peña, se distanció del exgobernador Miguel Ángel Yunes Linares, por él había llegado al cargo.
El fin de su gestión estaba cantado (porque no había impedimento legal que le permitiera reelegirse) desde que meteóricamente hicieron magistrada a su ahora antecesora (desde que su nombre se hizo público se le ligó al secretario de Gobierno). Si bien se dice que tiene una antigüedad de veinticinco años trabajando en el Poder Judicial, apenas rebasaba los cuarenta días como magistrada, y, de pronto, el milagro se hizo.
El grupo cuitlahuista tiene en sus manos el control de las áreas clave que le dan un poder inmenso: las secretarías de Finanzas y de Seguridad Pública, la Fiscalía General del Estado, el ORFIS, la Legislatura y el Tribunal Superior de Justicia. Ya nada más faltaría el PRI como brazo político, aunque quién sabe, y en una de esas también.
No hay contrapesos, pues, salvo algunas voces que critican, señalan o denuncian, pero resulta que la maquinaria legal la tienen ellos.
Con lo ocurrido ayer también se acabó la esperanza de fortalecer la democracia en el Estado: el interés ciudadano estará sometido a los deseos, intereses o caprichos del gobernante porque tiene todos los instrumentos para aplastar cualquier intento de decisión soberana popular.
Cuando no tenían el control de ahora ya vimos a lo que pueden llegar por la forma en que echaron de su cargo a Winckler. Hoy día todo se les facilitará.
Los mismos diputados locales, que no alzaron su voz a tiempo y que no se opusieron para que no llegáramos al nuevo estado de cosas, pueden sufrir las consecuencias en el proceso electoral de 2021: como cuando el PRI, el cuitlahuismo podrá presionar, amenazar, controlar los tribunales para acabar con los opositores que les signifiquen un riesgo para su permanencia en el poder.
Ese riesgo se hace extensivo a los ciudadanos que se inconformen por alguna medida que lesione sus intereses. Es el priismo redivivo ni más ni menos. Cuál cambio.
Y cuando creíamos que Cuitláhuac había creado solo al monstruo, ayer mismo nos dejó claro que tuvo un ayudante: el secretario de Gobierno Eric Cisneros.
Porque a él le dio parte del crédito en el nombramiento de las nuevas magistradas de las que salió la nueva titular del Poder Judicial, con lo cual lo empodera y lo catapulta como un posible sucesor suyo.
Ante el protagonismo que ha tenido Cisneros y luego del encendido reconocimiento que le hizo ayer el gobernador, a ver si no en una de esas en el futuro inmediato tenemos no uno sino dos Frankenstein, el del propio mandatario y el que represente el secretario si le da por usar y abusar del poder.
Una preocupación latente es que estos apenas están aprendiendo. Es como haberle dado un arma a alguien que no la sabe manejar. Que se den ellos mismos un tiro en el pie sería el costo de su inexperiencia, la bronca es que por su impericia accidentalmente la bala nos pegue a cualquiera de nosotros.
Mayores logros para la población, pues, no los hay a un año del ascenso hasta el Palacio de Gobierno. En cambio, acumulación de poder para sus inquilinos, sí. Esa característica marca, qué duda cabe, el inicio del segundo año de gestión.
Como en el título de la novela de Laura Esquive, sea por Dios y venga más. Y qué Dios nos agarre confesados. |