Es por ello que la detención de Lozoya, uno de los muchos epicentros de la corrupción en la historia de la administración pública del país, es significativa.
Es el pulpo que multiplicaba los tentáculos con cabezas de hidra y los alargaba hasta ámbitos desconocidos y oscuros en favor de un grupo que ya se había convertido en familia.
Nació en pañales de seda, seda importada y adquirida con dinero del erario muy probablemente, mal o bien habido, no sabemos.
Propiedades de lujo, viajes, confort en cada instante de su vida. El mundo era de él, y no había duda. Estudió en Harvard, pero todo esto no era suficiente, acostumbrado a ver al país como su propiedad, se adueñó de lo que no era de él, creyendo que no habría problema alguno, por algo era Lozoya.
Su padre fue ministro de energía en el sexenio de Salinas de Gortari y la actividad empresarial de la familia los hacía cómodamente ricos. Emilio estaba acostumbrado a vivir en mansiones de lujo, por eso no es raro que se haya escondido en una que costaba 100 millones de pesos, gracias a este exceso fue fácil encontrarlo.
Ahora se prepara para afrontar un juicio que podría condenarlo hasta a 15 años de prisión por haber recibido al menos 10 millones de dólares de la empresa Odebrecht como sobornos para ganar contratos en México.
También aprovechó su cargo para cobrar fortunas para quien quisiera tener una reunión con él, además de orquestar al menos dos compras-estafa a la petrolera.
Mientras formaba parte de la élite política entre 2012 y 2018, Emilio Lozoya se compró también propiedades de lujo. Su caída y la de su familia empezó con la compra irregular de al menos dos residencias de lujo, una de ellas en Ixtapa y otra más en el barrio exclusivo de Lomas de Bezares, donde se involucró también su madre (ahora en arresto domiciliario) y su hermana. Con esto, la familia Lozoya entera se involucró en los saqueos.
Con cuentas en Suiza, Emilio Lozoya, es un hombre que gustaba de presumir sus relojes, trajes de diseñadores, autos de lujo, viajes por el mundo, séquito de sirvientes y guardaespaldas, además de fortuna en varios bancos.
La detención del exdirector de Petróleos Mexicanos, en Málaga, podría impactar de lleno en el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.
Lozoya, estaba viviendo en San Petersburgo, Rusia, donde se sospecha que contaba con la protección de oligarcas rusos, como Mikhail Fridman, dueño de la cadena de supermercados Dia.
Lozoya, ahora en prisión provisional en la cárcel de Soto del Real, fue interlocutor directo del presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, para negociar contratos con la petrolera. En 2012 se reunieron para cerrar un acuerdo y recibir una concesión para los astilleros gallegos.
El actual director de Pemex, Romero Oropeza, encargó una auditoría sobre el asunto. Las primeras investigaciones de la auditoría interna encargada por Romero Oropeza indicaban que el negocio había sido desastroso para Pemex, de manera que los malos resultados económicos podrían apuntar a otro tipo de motivaciones en este acuerdo comercial.
Hay un nexo con Denis Manturov, Ministro de Industria y Comercio del gobierno de Vladimir Putin desde 2012 en el que participaron exfuncionarios de la paraestatal, llevó a la coartada de protección de Lozoya en la Ciudad de México para facilitar su escape con el respaldo del poderoso funcionario ruso.
Además, la empresa privada rusa Lukoil habría ganado en 2017 los bloques 11 y 12 de la ronda 2 obteniendo contratos de exploración y extracción de hidrocarburos en nuestro país con el apoyo de Lozoya Austin.
Aquí surgen de nuevo preguntas obligadas como la de la citación que debió advertir personajes aparentemente intachables como José Antonio Meade Kuribreña, desde Hacienda, en tiempos de Lozoya, o bien el geniecillo José Antonio González Anaya cuando ocupó la oficina de Lozoya y si vio algo fuera de lo común, ¿por qué no presentó una denuncia formal?
En poco más de tres años, Emilio Lozoya hizo 727 traslados en el helicóptero de Pemex, de su casa a la oficina, ida y vuelta. Para visitar la oficina de un amigo que estaba en la zona de Polanco, a un kilómetro de la torre de Pemex, realizó 55 traslados.
En el caso de Lozoya, las autoridades también deben investigar las relaciones con OHL, una compañía de la que Lozoya fue consejero y a la que también se le ha asociado con escándalos de corrupción en España y México. También está pendiente el expediente de la compra de Agronitrogenados, en la que Pemex pagó una fortuna por una planta chatarra. La merma patrimonial para la empresa fue de 750 millones de dólares. Está también la compra de los astilleros, en Galicia, que le costaron a la petrolera 50 millones de euros y la venta de las acciones de Pemex en la petrolera Repsol, operación de dos mil 090 millones de dólares, donde las cifras tampoco cuadran. El denominador de todas estas operaciones fue el daño patrimonial para Pemex y la ineficiencia de los órganos de vigilancia de la empresa y el Gobierno. Lozoya podía tomar decisiones por valor de miles de millones de pesos, a pesar de sus limitaciones y excesos.
Aquí hay un problema grave, que el exdirector de Pemex deberá dar a conocer la complicidad de algunos de sus amigos; sin embargo, negociará callarse otros nombres, por evidente que haya sido la participación de estos.
Hay nombres que suponemos debieron estar enterados de todos esos delitos, si es que acaso realizaron su trabajo, tales como Enrique Peña Nieto, José Antonio Meade, González Anaya, Miguel Messmacher, entre otros, pero también algunos de los consejeros independientes de Pemex, como Jorge Borja Navarrete, Alberto Tiburcio, Octavio Francisco Pastrana y Carlos Elizondo Mayer-Serra. PEGA Y CORRE.- Ahora Felipe Calderón culpa a Morena de dominar las decisiones del INE, cuando en realidad este ha sido el verdugo del partido en el poder, en fin, así estará el delirium tremens para justificar la carencia total de apoyo para el remedo de partido que quiere organizar y nadie se anima a participar ni cobrando por apoyar al presidente del empleo que después se convirtió en el soldado de la guerra contra el narco, perdiendo, por cierto, todas las batallas… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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