Anotaría un jonrón el presidente Andrés Manuel López Obrador. No sería la única medida drástica para afrontar la crisis que ya está aquí.
Y si la reducción de prerrogativas y gastos de campaña no proviene del gobierno, pues que los partidos o los candidatos tomen la iniciativa y lo propongan, se comprometan públicamente, firmen un pacto y lo cumplan al pie de la letra.
Tan solo en Xalapa se calcula que para ganar la presidencia municipal, un candidato necesita entre 20 y 50 millones de pesos. Y me quedo corto. Son datos de los propios aspirantes que ya andan en subrepticias precampañas.
Imagínense cuánto planean robar para recuperar lo invertido y obtener pingües ganancias. Y así, de acuerdo al tamaño del municipio es el costo de la campaña y la tajada que piensan quitarle al presupuesto.
Lo sano es imponer un solo tope para todos los candidatos y no permitir que se gaste un peso de más. Que los electores decidan por quién votar. No por el más o el menos rico, sino por el más confiable y el de la propuesta más viable.
Candidatos, aprovechen el coronavirus para sujetar el toro por los cuernos. Abaraten motu proprio las campañas y que el dinero se destine al sector salud, o para combatir la pobreza.
Es inmoral gastar tantos millones de pesos en las elecciones en un pueblo empobrecido y sin empleos, habiendo hambre en vastos sectores sociales.
Para este año, el INE aprobó 5239 millones de pesos para los partidos políticos. Se prevé una suma igual o superior para el 2021. Es un insulto para millones de mexicanos pobres.
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