Mientras en siete días el Covid-19 se multiplicó en el país, en Veracruz se cometieron 27 asesinatos violentos y un atropellamiento infame.
De acuerdo con reportes periodísticos el miércoles 11 hubo cinco asesinatos: uno en Cosoleacaque, otro en Tejería, uno más en Papantla, otro en Pánuco y el quinto en Cuitláhuac. El jueves 12 hubo uno en Ixtaczoquitlán. El viernes 13 uno en Tuzamapan, otro en Xalapa y uno más en Coatzacoalcos.
El 14 una mujer jubilada que estaba desaparecida desde el 26 de febrero, fue localizada muerta de un balazo en un pulmón y hallaron degollado a un hombre en Coatzacoalcos. El día 15 hubo otro asesinado en Coatzacoalcos, uno más en Córdoba y fue encontrado muerto Francisco Carmona Oliveros dirigente de la agrupación civil Grupo Impulsor Desarrollo Social, después de tres días desaparecido.
El lunes 16 fue ejecutado un hombre en Cosoleacaque, hubo un decapitado en Las Choapas y se reportó el asesinato de uno más en Coatzacoalcos. El martes 17 acribillaron a un hombre en Río Blanco, a otro en Tomatlán al que ensabanaron; hubo dos abatidos en Ignacio de la Llave, asesinaron a Raymundo Prior Reyes, director de Policía de San Juan Evangelista y a un joven cantante en la colonia El Naranjito de Cosoleacaque.
El miércoles 18 murieron dos personas tras un enfrentamiento a balazos en Boca del Rio y ejecutaron a un empleado de un depósito cervecero en Cosoleacaque.
Un crimen donde no mediaron los balazos pero sí la irresponsabilidad combinada con la infamia, ocurrió el martes 17 en Ciudad Mendoza cuando elementos de la Fuerza Civil atropellaron a una menor de 8 años. Quizá el crimen hubiera quedado como homicidio imprudencial de no ser porque los policías huyeron dejando abandonada a la menor que falleció más tarde en un hospital. Si se cuenta este atropellamiento como crimen violento, entonces la cifra sube a 28 en siete días.
La víspera de la Cumbre Tajín las autoridades estatales se llenaron la boca al manifestar que Veracruz ofrecería “un gran espectáculo al mundo” y vaya que lo ofrecieron. El día de la inauguración (viernes 13), policías estatales y de la Fuerza Civil la agarraron a macanazos contra indígenas del Grupo Racimos que protestaban frente al parque temático Takilsukut en Papantla.
Sin decir agua va se le fueron encima tanto a mujeres como a hombres. Hubo descalabrados y descalabradas que bañados en sangre fueron subidos a varias patrullas frente a decenas de visitantes, reporteros, fotógrafos y camarógrafos que asistieron al evento.
En cuestión de segundos y gracias a las redes sociales, el mundo se dio cuenta de cómo se las gastan el Gobernador Cuitláhuac García y el Secretario de Gobierno, Eric Cisneros que en efecto, hicieron el numerito y fueron acusados de represores.
También fue levantada una mujer en Yanga, un menor en Gutiérrez Zamora y se denunciaron tres casos de abuso sexual contra menores.
En Coatzacoalcos, donde de acuerdo con el Gobernador se acabaron los secuestros, los secuestradores respondieron privando de su libertad a una mujer de 24 años y a una señora que salió de Minatitlán rumbo a Coatzacoalcos. Además, fue secuestrado el joven ganadero Albino Lara Ramos en San Juan Evangelista.
En siete días fueron agredidos cinco periodistas en Poza Rica donde gobierna (es un decir) un sujeto inepto y sin carácter llamado Francisco Javier Velázquez Vallejo. Una de las agresiones ocurrió casi en sus narices. Pero sin duda la más grave sucedió el miércoles 11 cuando la periodista Mireya Ulloa Valencia fue apuñalada afuera de su casa luego de terminar su trabajo en el diario La Opinión.
Reitero, todos estos hechos ocurrieron entre el 11 y el 18 de este mes y nadie, ninguna autoridad estatal y mucho menos federal ha salido a dar la cara por los 28 asesinatos violentos, por los desaparecidos, los secuestrados y por los periodistas agredidos.
Y si a todo esto le agregamos el rotavirus… pasumadre…
¿A quién acudir en busca de seguridad y protección en la que es quizá la crisis más aciaga que vive la entidad en su historia? ¿A Cuitláhuac y su caterva de inútiles? No. ¿A la policía estatal y la Fuerza Civil? Uta no; menos.
¿A quién, entonces?
Hay dos opciones: una es el santo de nuestra devoción y la otra, el payaso de los amuletos.
¿Cuál te late, lector?
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