Es que basta salir a la calle para darnos cuenta que al menos a la mitad de la población les vale madre la jornada nacional de sana distancia, el quédate en casa y el no contagiarse.
Los vemos como si nada en cualquier parte de las ciudades, en sus coches, en sus negocios, paseando con la familia sin ningún tipo de protección.
Hay por supuesto un grupo importante que debe salir a buscar el ingreso diario y qué lo hacen responsablemente, pero esta vez me refiero a los que creen que la epidemia es un cuento político, un ardid o que de plano creen que de enfermarse, van a salir adelante sin mayor problema.
Los gobiernos federal y estatales han hecho lo que debían hacer, informar y difundir hasta el cansancio las medidas para evitar muertes innecesarias y que se resumen en un “ quédate en casa”.
Pero es inútil. No hay manera de que se les haga entender. Vendrán los enfermos y los muertos sin razón y culparán a las autoridades y a los médicos. Pero no hemos entendido que en este esfuerzo la responsabilidad es de todos y que nosotros tenemos que poner de nuestra parte.
No hay plan que funcione sin nuestra participación disciplinada. No lo hay.
Vendrán los tiempos de hacer un recuento para saber si valió la pena atacar, socavar, utilizar a modo la emergencia sanitaria, en lugar de convocar a la unidad y a la coordinación con las autoridades para salir adelante.
Al sacar las cuentas, muchos saldrán perdiendo, habrán enseñado el cobre, ese que privilegia sus intereses por encima de las y los ciudadanos. |