—Pues yo me llamo O —así, una simple vocal, “o”, porque ya sabemos que el chino es una lengua monosilábica.
Estaba el oriental por ponerse la mochila, cuando el japonés lo interrumpió:
—Me disculpas amigo O, pero yo me llamo Casio —o sea, “casi o”, con lo que el nombre resultaba aún más corto
No obstante, el hijo del imperio del sol naciente no alcanzó a ponerse el paracaídas porque el mexicano soltó una carcajada, le arrebató la mochila, se puso el adminículo y se lanzó al vacío, mientras les gritaba:
—¡Pues yo me llamo Ni-casi-o!
A lo que voy con este cuentito, lo que nos deja de moraleja, es que no importa de qué país seamos ni las fortalezas que tengamos como raza, siempre nos puede saltar alguien con un elemento inesperado.
Es precisamente lo que están esperando ciertos mexicanos: que su patriarca se saque de la manga un as o invente algún artilugio maravilloso para que salgamos con bien, primero, del peligro mayúsculo de la pandemia y después, del quebranto económico que tardaremos quién sabe cuántos años en solucionar.
En otros países que son más desarrollados, han logrado contener el contagio, aplanar la curva y salvar la vida de miles, decenas de miles, cientos de miles y tal vez millones de personas.
En otros países, los gobiernos han ayudado a sus ciudadanos y a sus empresarios para que sobrevivan aquéllos, las empresas de éstos y los empleos con los que se mantiene la mayoría, junto con sus familias.
Pero en México no. Aquí seguimos esperando a que el doctor Gatell un día nos dé la gran noticia de que nuestro nombre es el más corto y podamos ponernos un salvavidas que nos saque con vida de la pandemia… y de la miseria.
Lástima que los chinos ya lograron contener la Covid-19, que los japoneses una vez más hicieron gala de su disciplina y mantuvieron a raya al SARS-Cov-2, y mucha más lástima que en México el Gobierno no ha alcanzado a hacer nada congruente o positivo para mantener a salvo a la población y garantizar la salud del aparato productivo.
Y mientras tanto, el avión sigue en picada, a punto de estrellarse.
sglevet@gmail.com |