Pero las elecciones son su bête noire (su “bestia negra”, como le llaman los franceses a las pesadillas personales que nos acosan y nos agobian). Cada voto perdido le duele a AMLO como una cuchillada en el vientre, porque su interés más profundo es mantener el alto grado de votación que consiguió en las elecciones del primer domingo de junio de 2018.
También este revés le indica que sus programas sociales-electorales no están funcionando para mantener la simpatía en las urnas, como ha sido su apuesta desde que llegó al poder.
Caray, tanto tiempo perdido y tantos recursos tirados al bolsillo de los pobres y los viejos y los ninis y los discapacitados y las madres solteras y los estudiantes de preparatoria y los indios (me niego a usar el supuesto eufemismo “indígena” para referirse a ellos, como si fuera una vergüenza y no un orgullo ser indio en México).
Caray, tanto quitarle dinero a la clase media y a los empresarios menores y al presupuesto para hacer obras indispensables con el fin de darlo a los menesterosos, a los más jodidos representantes del pueblo bueno y honrado, para que a la primera de cambio hayan ido a las casillas hidalguenses y coahuilenses a votar por el enemigo maldito, por “nuestros adversarios”, por “los conservadores”, por “los corruptos”.
Un columnista veracruzano cuenta que le dijeron desde Palacio Nacional que los gritos de exasperación se oían por todos los pasillos históricos del glorioso edificio, cuna de la mexicanidad y centro político del país.
A la hora de mandar esta columna, los resultados preliminares daban el triunfo al PRI en los 18 distritos locales de Coahuila, y en la mayoría de los ayuntamientos de Hidalgo. En varios casos, la votación era dos a uno en favor del tricolor.
Toda una paliza electoral, después de que hace dos años muchos dieron por muerto al partido hegemónico del siglo XX.
Como era de esperarse, Alito salió con un tuit a festinar el triunfo y a anunciar del regreso de los priistas a la palestra política.
Tampoco es para tanto en este momento, pero después de tantas vejaciones y de dos años de ser ninguneados y casi desaparecidos, los escasos militantes que quedaron en el otrora partido aplanadora recibieron una bocanada de oxígeno en esta primera elección post-pandemia.
Si es cierto que por las vísperas se sacan los días, los simpatizantes del Revolucionario Institucional ya están soñando en un regreso con gloria al paraíso del poder y del dinero.
Pero todavía falta ver cómo responderán desde el Gobierno.
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