De acuerdo con el reporte de la Secretaría de Salud de este martes 24 de noviembre, la cifra de muertos confirmados por el coronavirus SARS-CoV-2 asciende a 102 mil 739 personas. Aunque como ya sabemos y se ha insistido, el número real sería tres veces mayor, según las proyecciones de epidemiólogos a partir de variables como el exceso de mortalidad durante el periodo que ha abarcado la pandemia en nuestro país.
Pero lo más grave –si es que pudiera haber algo así- es que el número de contagios en México está a la alza, incluso con mayor fuerza que en los “picos” de la pandemia de los meses de abril y mayo, cuando además existía un confinamiento y distanciamiento social que no hay en este momento.
Tan solo entre lunes y martes de esta semana se contabilizó un nuevo récord de infecciones para un solo día, con diez mil 794, lo que coloca la cifra total confirmada de contagios durante lo que va de la pandemia en un millón 60 mil 152, de los cuales estarían activos 49 mil 613.
La mortandad que esto implicará no puede significar de ninguna manera, bajo ninguna óptica no interesada, el reflejo de un manejo adecuado por parte de las autoridades sanitarias y políticas mexicanas, que prefirieron camas de hospital vacías y cementerios llenos y que, para evadir su responsabilidad, cargan las culpas en la gente a la que le abrieron la puerta para salir a buscar el virus en la calle.
Eso mismo refleja el Ranking de Resiliencia de Covid realizado por Bloomberg para determinar del mejor al peor manejo de la pandemia en 53 de las principales economías del planeta, y que consideró como variables a medir los casos de un mes por cada cien mil, la tasa de letalidad del último mes, el total de muertes por cada millón de habitantes, la tasa de pruebas y el acceso previsto a la vacuna.
No resulta en absoluto sorprendente el lugar que obtuvo México en esa clasificación, pero sí desesperanzador: el último, el peor de los 53 países medidos en su gestión de la emergencia, muy por debajo de naciones como Bangladesh, Malasia, Irán, Grecia y Nigeria. Muy cerca, eso sí, de Argentina, cuyo actual régimen político es muy parecido en sus prejuicios y tendencias al que gobierna nuestro país.
Apostar -durante la peor emergencia de salud de los últimos cien años- por la responsabilidad individual en un país que vota por caudillos que prometen resolver todos los problemas como por arte de magia y que para lo único que les da es para repartir dádivas era, desde el principio, un suicidio.
Lo que no imaginábamos era hasta dónde hundirían a México. Y lo que falta.
Colofón
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